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Los primeros mensajes de Claudia

La conformación del equipo que habrá de redactar el plan de gobierno de Claudia Sheinbaum envía algunos primeros mensajes interesantes.

De entrada, comienza a asomarse un estilo propio que no todos conocían. La probable sucesora de López Obrador estaría demostrado que su gobierno no será de simple continuidad y varias cosas podrían cambiar.

De entrada, el grupo que la ex jefa de gobierno anunció el domingo pasado le da más valor a la experiencia, la preparación y el conocimiento científico.

Es patente el interés por reconciliarse con la academia y alcanzar una buena interlocución con la comunidad científica, como lo muestra la inclusión del ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, la ex directora de la Facultad de Ciencias, Rosaura Ruiz, o la directora del Colmex, Silvia Giorguli.

Y aunque la apuesta por la pluralidad ha sido vista por algunos analistas como un cálculo político-electoral, también se han incorporado al claudismo algunos cuadros que dejaron la administración, ya por diferencias puntuales con el presidente (Gerardo Esquivel), ya con personeros de su gobierno (Tatiana Clouthier).

La inclusión de Esquivel, quien no habría sido ratificado para el Banco de México por negarse a seguir ciertas solicitudes del presidente, puede ser una señal de que la futura candidata estará más dispuesta a escuchar razones técnicas entre sus colaboradores y aceptar un “no se puede hacer eso” como respuesta.

Sheinbaum no es una figura especialmente carismática. No tiene mayor arrastre popular ni emociona a las multitudes como AMLO. En consecuencia, tiene que saber —como ha dicho Jorge Zepeda— que su legitimidad como Presidenta no vendrá de su origen social o simplemente de ser quien es. Emanará, en todo caso, de su capacidad para gobernar con eficiencia y dar más y mejores resultados palpables.

Si llega a ser presidenta, Claudia no podrá darse el lujo de aprobar en popularidad, pero encabezar un gobierno que en las encuestas llegó a reprobar en salud, educación o seguridad pública. Algo así la haría desplomarse en cuestión de meses. Por eso Claudia necesitará valorar y respetar más a los técnicos.

Por otro lado, un excelente fichaje en el equipo de Sheinbaum es el del expanista Javier Corral, a quien le pidió ocuparse del capítulo anti corrupción del programa. Vale la pena atender uno de los primeros planteamientos del exgobernador: que “no basta con que el Presidente de la República sea honesto”. Y tiene razón.

Más que un asunto de personas, la segunda etapa de la 4T deberá ser de reformas, de instituciones y de políticas mejor implementadas.

Al incorporar a Olga Sánchez Cordero, Sheinbaum manda otro mensaje relevante: quiere una mejor relación con el movimiento feminista y con causas progresistas que fueron quedando relegadas en esta administración, como los derechos humanos, la despenalización de la cannabis o la diversidad sexual.

Por último, en la extraña presencia de Francisco Cervantes, presidente del CCE, como orador, es claro el interés de la precandidata por tener una buena relación con el empresariado.

En la presencia de varios dueños de medios y empresarios en el acto de los diálogos para la transformación, se adivina un interés por conciliar más y pelear menos. Probablemente no haya otra alternativa porque Claudia no es AMLO ni podrá darse el lujo de abrir tantos frentes de conflicto. De ahí que se perciba en su estrategia un cierto “corrimiento hacia el centro”. ¿Habrá tal cosa?

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El mirrey que quiso ser virrey

Al cierre de esta columna todavía no es claro el desenlace de la tragicomedia neoleonesa. Aun así, resulta evidente que la ambición de Samuel García, motivado y secundado por Dante Delgado, ha llevado a una grave crisis institucional por la irresponsabilidad con la que estos personajes decidieron aventurarse hacia una arriesgada e ilegal apuesta política.

Movimiento Ciudadano —que siempre se rasga las vestiduras para defender la democracia, la legalidad y la división de poderes— decidió promover la candidatura de un personaje que, en su apetito de querer serlo todo, actuó como un aspirante a virrey… pero las cosas no le salieron.

Por sus pistolas —cual cacique—, Samuel buscaba imponer a un sucesor que le cuidara el changarro, mientras él se divertía con el nuevo juguete de su candidatura presidencial.

Sin negar la serie de ilegalidades en que también incurrieron los diputados locales del PRIAN, lo cierto es que la Constitución del estado es muy clara en su artículo 122: si la licencia que se solicita es por más de 30 días, el Congreso o la Diputación Permanente es quien se encarga de nombrar al interino.

Solo en los deseos caprichosos del joven García está escrito que el elegido para suceder a un gobernador constitucional debía ser una persona de su agrado o de su mismo partido.

Por lo demás, ¿cómo podrán ahora Samuel y los emecistas decirse demócratas y defensores de la legalidad, tras promover una acción de corte trumpista/bolsonarista como la toma violenta del congreso estatal?

Siempre he pensado que Movimiento Ciudadano tiene la oportunidad de ser un partido programático de corte progresista, y erigirse en una tercera vía con el potencial de avanzar una agenda que se distinga del tipo de causas que suelen impulsar los partidos más grandes.

El partido podría ofrecer una alternativa a un electorado de centro izquierda progresista que no se identifica ni con la 4T ni con PRIAN. El trabajo de algunos parlamentarios de MC —como Patricia Mercado, Clemente Castañeda, Jorge Álvarez Maynez o Salomón Chertorivski— así lo sugiere.

Pero en lugar de apostar por una construcción de mediano y largo plazo —que podría refrescar un debate público viciado y polarizado—, el apetito de poder y el hiper pragmatismo electorero de Dante terminó por imponerse para privilegiar una estrategia que busca crecer rápido, a cualquier precio.

La apuesta de MC por un personaje como Samuel se antojaba racional, en la medida que tenía potencial para captar el voto del norte del país y del segmento juvenil. Aún así, era una candidatura que venía a contradecir y poner en tela de juicio todo lo medianamente rescatable que ha distinguido a ese partido en el debate público.

En este escenario, Movimiento Naranja se exhibió como una fuerza que se define como progre y socialdemócrata, pero cuyo candidato a la presidencia —no lo olvidemos— llegó a decir estupideces tan grandes como que “hay gente valiosa que vive con un sueldito de 40 mil pesos y es feliz”.

El mismo partido que tantas veces se ha dicho “feminista” no tuvo empacho en postular a un típico machín norteño que públicamente bromea con decirle “piruja” a su esposa y la llama a taparse las piernas.

De confirmarse que aquí termina la aventura de Samuel, ojalá que los naranjas puedan buscar una candidatura más congruente con su propio discurso y lanzar una apuesta de construcción más consistente en el mediano plazo.

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El no carisma de Claudia es algo positivo

A algunos militantes del claudismo les ha resultado ofensiva la afirmación que hice en mi última entrega, donde señalo que Sheinbaum no es una figura especialmente carismática. No faltó, incluso, quien viera una motivación misógina y hasta violencia de género.

Me explico.

El carisma, como lo definió el sociólogo alemán, Max Weber, es una suerte de don de origen divino, donde los seguidores de un líder atribuyen su autoridad a cualidades sobrenaturales o sobrehumanas ajenas a las personas comunes.

Entre el líder carismático y sus seguidores normalmente se establece un vínculo bastante más emocional que racional. Liderazgos de este tipo no aparecen todos los días. Los líderes carismáticos son insustituibles y su liderazgo no es ni puede ser hereditario, en gran parte porque mientras están vigentes no admiten rival.

De ahí que el tema de la sucesión de los liderazgos carismáticos sea problemático. Existen casos donde una autoridad de ese tipo se hereda (Kim II-sung transmitió el poder a Kim Jong II, en Korea del Norte), aunque por lo general tal empresa suele ser infructuosa. Por lo demás, las segundas partes nunca son buenas, mucho menos si son malas imitaciones, como muestra el ejemplo de Nicolás Maduro.

Para Weber existen otras dos formas de autoridad, más allá de la carismática: una es la tradicional; otra es la racional.

Más que buscar su legitimidad apelando a la fuerza de su personalidad o forzar algo que no se le da naturalmente, la gran aportación de Sheinbaum puede radicar en su capacidad de gestión y de abrazar una mayor racionalidad en sus decisiones. Decir eso está en las antípodas de la misoginia.

Los liderazgos carismáticos tienen ventajas y desventajas. Entre las primeras está la capacidad de inspirar, de establecer un fuerte vínculo con sus seguidores y representar en la arena pública sus agravios y preocupaciones.

Pero los liderazgos carismáticos también son un problema cuando llevan a los políticos a la arrogancia o su empuje se convierte en terquedad, cuando dejan de escuchar, cuando llegan a sentir que pueden hacer y decir cualquier cosa, tomar decisiones caprichosas, poco pensadas o escasamente ponderadas.

En momentos clave de la historia líderes carismáticos han jugado roles fundamentales. Sería difícil imaginar la Francia de la resistencia sin Charles de Gaulle o al Reino Unido de la Segunda Guerra sin la impronta de Winston Churchill. De la misma forma, se antoja imposible concebir procesos de transformación como la revolución Ciudadana en Ecuador, sin Rafael Correa, o una 4T sin López Obrador.

Durante estos cinco años, en México se han sacudido cimientos y se han puesto algunas bases importantes para lo que sigue. La reducción de la pobreza es notable, gracias a los programas sociales y los incrementos en el salario mínimo. Pero lo que ha de venir es distinto: un proceso donde un liderazgo racional sea capaz de dar resultados más efectivos y palpables en ámbitos tan relevantes, como la salud y la educación, donde la 4T se quedó corta.

En esa tarea, Sheinbaum no podrá apelar a la simple fuerza de su personalidad, mucho menos a su origen social o a su apelo popular, como AMLO. Tendrá que hacer lo que puede y sabe hacer mejor: estudiar, gobernar con eficiencia y eficacia, rodearse de gente capaz y tomar decisiones más y mejor pensadas; dejar de abrir tantos frentes de conflicto y hacer una mejor administración.

Esta columna tomará unas vacaciones. Regresamos en enero.

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Milei y las lecciones para la izquierda

El triunfo arrollador de Javier Milei no solo admite un lamento y una condena al personaje. Debe resultar en un aprendizaje para la izquierda. Aunque el contexto argentino es muy particular y difícil de extrapolar, la emergencia de líderes ultraderechistas antisistema, cada vez más frecuentes en América Latina, nos obliga a una profunda reflexión.

¿Qué razones explican el triunfo de este libertario delirante, ultraneoliberal en lo económico y conservador en lo social, pero también —nos guste o no— líder de una fuerza de derecha con arrastre popular? Hay al menos cinco razones:

1. El mal manejo de la economía. El peso argentino vale la mitad de lo que valía a principios de año. Los precios vuelan y los salarios se incrementan muy lentamente. La inflación interanual se acerca al 150%. El encarecimiento del costo de vida y la imposibilidad para planear en el mediano plazo afecta la calidad y las expectativas de vida de millones. ¿Con qué cara pedirles votar por Sergio Massa, el ministro de Economía de una economía como esa?

2. Se descuidó a las juventudes: Una generación que siempre vivió en democracia dio por sentados los derechos y libertades conquistadas durante cuarenta años para apoyar una coalición que menosprecia todo lo avanzado en materia de derechos humanos y que podría conculcar algunas importantes conquistas. Aun así, antes que pensar que tenían algo que defender, jóvenes cansados de la inflación y la falta de oportunidades optaron por aventurarse a algo radicalmente distinto.

3. Se descuidó a los trabajadores informales precarizados. Cerca de la mitad de los argentinos no tienen un trabajo en blanco. El mileísmo supo interpelarlos, como no lo ha hecho suficientemente el peronismo, que siempre privilegió la relación con los trabajadores organizados. Milei logró hablarle a un tipo de trabajador “independiente” que es el de las aplicaciones tipo Uber, Rapi, etc… que no tiene ningún derecho reconocido ni un Estado presente en sus vidas al que defender.

4. La corrupción. Los antecedentes del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en esa materia —ampliamente difundidos por medios adversos y promovidos por jueces adversos— afectaron a la izquierda. En 2022 se destapó el caso “causa vialidad”, una red de corrupción en obras de infraestructura muy sonada. Otro muy escandaloso fue el de “los cuadernos de la corrupción”, el cual involucró a ex altos cargos del gobierno de Fernández.

5. Los privilegios de la clase política. Durante la pandemia, cuando Argentina vivía un confinamiento forzado y se había prohibido hacer reuniones sociales, se filtraron demoledoras fotografías de una celebración de cumpleaños de la Primera Dama con varios comensales, cosa que generó una enorme indignación. El concepto de “casta política” y su rechazo a esta cuajó habría de cuajar a partir de entonces.

6. Más que hablarle a las mayorías, el progresismo enfatizó a ciertos grupos y colectivos con causas relevantes, aunque específicas. Raúl Timerman, un analista político argentino, lo expresó así en una entrevista que le hice:

“La mayoría de los gobiernos progresistas en la región, y en la Argentina en particular, se han ocupado mucho de los derechos de las minorías: los colectivos feministas, los grupos ecologistas, recursos naturales, matrimonio igualitario, documentos no binarios, etcétera, pero acá tenemos 40% de pobres. Entonces, cuando uno no se ocupa de los derechos de la mayoría, la mayoría te vota en contra.”

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«Crimen pasional, mentira nacional»

La oficina de le magistrade Ociel Bahena en el Tribunal Electoral de Aguascalientes era un espacio colorido, llena de abanicos rosas y objetos arcoíris.

La tarde del 3 de agosto pasado, en que conversamos, Ociel portaba un saco y una camisa formal, una falda con tacones y la boca pintada de rosa. Su actitud, como siempre, era orgullosa y digna.

Nunca antes una persona no binaria –como se denominan aquéllas que no se identifican como hombres ni como mujeres– había sido magistrade dentro del muy conservador Poder Judicial de la Federación. Ni en México ni en América Latina. Uno podía sentir que estaba con un personaje relevante, que haría historia.

Entre los objetos de su oficina, un tacón dorado que me llamó la atención. “Este objeto me trae un muy mal recuerdo”, relató. Era el tacón que le magistrade portaba el día del homicidio de Ulises, un compañero activista al que le habían arrebatado la vida semanas atrás. Ociel tuvo que quitárselo para poder correr cuando le dieron la noticia.

El 15 de julio aquel activista LGBTIQ+, relató Ociel para las cámaras, fue víctima de dos asesinos que vaciaron sus armas y le quitaron la vida.

Después de eso, me contó le magistrade, “empecé a recibir mensajes y amenazas de muerte…”. Ahí estaban. Me las mostró, las vi. Una de ellas, enviada a través de interpósita persona, decía: “Estoy preparando el asesinato del magistrado, dejen de estar haciendo sus joterías”.

Ociel concluyó la charla con una reflexión: “Esto se está recrudeciendo cada vez más. Incomodamos, lamentablemente. Lejos de pensar que nuestra presencia se va a normalizar, lo que está generando es más odio”.

Tal cual.

¿De verdad la Fiscalía General de Aguascalientes nos cree tan ingenuos para creernos esa vulgar y trillada versión que atribuye lo ocurrido a un “crimen pasional”?

Ninguna fiscalía que se respete sale, a escasas cinco horas de encontrar dos cuerpos, a dar declaraciones y entrevistas, como lo hizo Jesús Figueroa Ortega, fiscal de Aguascalientes, sin considerar otras líneas de investigación tan importantes como una muerte violenta, cosa que debe hacer, especialmente, cuando se trata de un grupo en situación de vulnerabilidad. Así lo plantean múltiples protocolos e instrumentos internacionales.

Ninguna fiscalía que se respete permite que se divulguen imágenes de la escena del crimen, como si la vida de las víctimas y el dolor de sus familias no importara.

Por lo demás, el supuesto móvil del crimen es bastante inverosímil. Con el supuesto “crimen pasional”, una vez más se pretende caracterizar a las personas LGBTIQ+ como seres desequilibrados, con un estilo de vida caótico, desordenado e irracional que, en sus arrebatos, atentan incluso contra la vida de los seres que aman.

En el extremo del prejuicio y el absurdo se argumenta que, “bajo la influencia de las drogas”, Daniel le habría cortado la yugular a su pareja de cinco años, con una navaja de rasurar. La droga que se le encontró en la sangre –valga mencionar–, era metanfetamina, la cual está lejos de propiciar una conducta violenta.

Parecía que los tiempos del odio y el estigma estaban quedando atrás, pero la historia se repite. La narrativa del crimen pasional –y la forma en que algunos medios de comunicación la han comprado y difundido a mansalva– es una mentira y una vergüenza nacional.

Me gustaría desearle a Ociel que descanse en paz. Pero eso no ocurrirá hasta en tanto no se haga justicia.

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Clara y la rebelión de las bases

Es cierto que, sin cuota de género, Clara Brugada no se convertiría en la coordinadora de los comités de defensa de la 4T en la CDMX, como tampoco otras candidatas en sus estados. Ello, sin embargo, no demerita el triunfo de la exalcaldesa de Iztapalapa, la cual resultó ser la mujer más competitiva de entre las candidatas de Morena a las nueve gubernaturas, con una intención de voto del 26.7%.

En más de un sentido, el resultado de Brugada es sorprendente. La futura candidata a jefa de gobierno remó a contracorriente, logrando un avance sorprendente, pese a que no jugó de su lado el poder del dinero, ni era la primera opción de Claudia Sheinbaum. A la exalcaldesa de Iztapalapa no le ayudaron ni los grandes capitales, ni los medios de comunicación, ni funcionarios del gobierno de la Ciudad, ni las estructuras sindicales del gobierno capitalino.

Pésele a quien le pese, este resultado es producto de una movilización social activa y real, como probablemente no exista en ninguna de las otras entidades federativas en las que se disputó la elección. Es también una prueba fehaciente y esperanzadora de que la izquierda existe y no está dormida.

Como pocas veces, vimos en estas semanas la emergencia de una conciencia crítica de voces independientes que se articularon por fuera de la estructura partidista, para rechazar una candidatura que muchos consideraban ajena y hasta agraviante. Parafraseando a Borges, más que el amor los unía el espanto.

Pero esa misma conciencia crítica también fue capaz de decir alto y claro que, si alguien tenía y tiene derecho a ser jefa de gobierno de la Ciudad de México, era y es Clara Brugada, tanto por su trabajo desde abajo durante muchos años, como por su experiencia de gobierno.

El clímax del fenómeno Brugada tuvo lugar durante el acto del 9 de noviembre, cuando en una Arena México abarrotada Sheinbaum llamaba a la militancia del partido a mantener la unidad del movimiento, mientras la gente enardecida tan solo repetía “Clara ya ganó”. Ese entusiasmo desbordante dijo más que mil palabras.

Discrepo de esos opositores que afirman que este fue un momento humillante para Sheinbaum, tanto como de quienes aseveran que el triunfo de Brugada es una muestra de debilidad del liderazgo de la exjefa de gobierno.

Hay que recordar que los mismos opositores que ayer decían que la candidatura de Clara era promovida por una secta de “radicales”, hoy promueven el nado sincronizado de que Brugada es la candidata de AMLO y este la impuso contra la voluntad y lo deseos de Sheinbaum.

Eso es falso. Clara siempre ha sido apreciada por la ex jefa de gobierno (quien ha dicho que la considera una de las mejores alcaldesas del país) y su candidatura siempre estuvo entre sus opciones para la línea sucesoria. De hecho, Sheinbaum invirtió en Iztapalapa más que en ninguna otra demarcación.

En algún momento, sin embargo, un grupo de colaboradores (pensando más en sus propios intereses) le vendió a la ex jefa de gobierno la falsa idea de que, si Harfuch no era el candidato, Morena perdería la Ciudad de México.

Hay varias lecciones que el movimiento debieran derivar de todo esto. Conciliar intereses y asegurar la gobernabilidad no es tarea fácil. Sin embargo, aunque es importante estar en buenos términos con el sector empresarial y ciertos grupos de poder, no se puede pasar por encima de las bases, menospreciar su trabajo o imponer sobre ellas una relación de mando y obediencia. La lógica debe ser otra.

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Chiapas y la «mafia verde»

Dentro de Morena parece ya existir una definición de postular a mujeres para las gubernaturas de Veracruz, Morelos, Guanajuato, Jalisco, y probablemente Ciudad de México; en Jalisco y Yucatán los elegidos serían hombres. Lo demás está incierto.

Una entidad que podría terminar en un pleito fuerte es Chiapas, donde el PVEM tiene enorme influencia política, y el exgobernador Manuel Velasco busca hacerse nuevamente del poder a través de la exintegrante del PES, Sasil de León Villard.

Se cuenta que la hoy senadora morenista inició sus pasos en la política como asistente de Leticia Coello, la madre del “güero”, a quien le tiene una histórica lealtad. Para apoyarla, los verdes seguramente operarán como de costumbre: condicionando numerosas posiciones de poder y exigiendo una gran cantidad de prebendas económicas para alimentar su modelo de negocio.

“La mafia verde” —bautizada así por Paula Sofía Vázquez en un reciente libro— buscará proceder como lo ha hecho en estados como Quintana Roo, donde además de imponer en los puestos más importantes del gabinete de Mara Lezama —con algunos perfiles de pasado corrupto— también hubo que otorgarles contratos y concesiones millonarias en servicios públicos.

Llegar a este tipo de acuerdos tal vez no ponga en mayor predicamento a la senadora de León, a juzgar por su trayectoria. Recordemos que la Auditoría Superior de la Federación encontró en su gestión como secretaria del ramo femenil un desvío de 658 millones de pesos en la adjudicación de 94 contratos.

Pero más allá del terreno ético, hacer candidata a León Villard abriría un conflicto político de envergadura, pues según varias encuestas la senadora figura en un tercer lugar, con una distancia de entre 25 y 30 puntos sobre el puntero, Eduardo Ramírez.

Si la dirigencia de Morena honra el compromiso político que la propia Claudia Sheinbaum promovió, uno de los criterios más importantes para decidir cuáles son las cinco mujeres que encabezarán las candidaturas, es que se trate de perfiles competitivos y no exista una diferencia de más de diez puntos con el hombre ganador.

Difícilmente Ramírez renunciará a ser el candidato si el día 10 de noviembre se confirma que tiene una intención de voto cercana a los cuarenta puntos para gobernar su estado. En caso de no ser favorecido, es altamente probable que busque un camino alternativo para hacerse de la candidatura.

Y aquí la gran perversión es que el PVEM —cuya lealtad principal es con la cartera de sus dirigentes y socios— podría hasta entrar a negociar con Ramírez darle la candidatura por fuera de Morena, siempre que el senador acepte sus ambiciosas condiciones. Algunos creen, incluso, que por ahí va el cálculo.

Porque en eso consiste el juego del Partido Verde: Ese que —como explica Vázquez— oscila entre la política mafiosa de ingeniárselas para que siempre les deban un favor, venderse al mejor postor y chantajear cuando consiguen lo que buscan.

Eduardo Ramírez no es la santidad encarnada, pero no pesan sobre él el tipo de cuestionamientos que tiene de León. Más importante aún, su candidatura está hoy mucho más anclada en Morena que en los intereses del PVEM y Manuel Velasco.

Al final, la dirigencia del partido guinda tendrá que valorar en qué posición quiere negociar el apoyo de los “ecologistas”: desde el entreguismo a priori que representa la candidatura de León o desde una postura de mayor autonomía, como la de Ramírez, que evitaría una fractura.

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Primarias organizadas por el INE

Los partidos políticos no pertenecen a sus dirigentes. Son instrumentos fundamentales en nuestra democracia, al grado que la Constitución los considera “entidades de interés público”. Por esa razón –quizás– se podría justificar que se les destinen tantos recursos: El año próximo, por ejemplo, recibirán 10 mil 444 millones de pesos para sostener sus actividades y gastos de campaña.

Lo que sucede en el interior de los partidos tiene una relevancia mucho mayor a la que normalmente queremos atribuirles. No podemos resignarnos a que la opacidad y las imposiciones antidemocráticas sean el pan de cada día.

Ni el oficialismo ni la oposición han salido bien librados de sus procesos internos recientes para elegir candidaturas. La forma en que el Frente Amplio abortó su consulta y bajó a Beatriz Paredes por un acuerdo entre caciques partidistas fue un episodio bochornoso.

Y aunque Morena ha acertado en abrir a la sociedad la definición de sus candidaturas a través de ejercicios demoscópicos, lo cierto es que la Comisión de Encuestas del partido es una caja negra: no sabemos a ciencia cierta cómo es que se llevan a cabo los ejercicios de opinión pública.

A diferencia de lo que ocurrió en la elección interna para elegir al candidato presidencial –donde las exigencias de Marcelo Ebrard llevaron a establecer algunas reglas básicas que se violaron de todas formas–, el proceso para seleccionar las nueve candidaturas a gobiernos estatales y jefatura de gobierno de la CDMX han vuelto a reproducir viejas fallas.

En la Ciudad de México, por ejemplo, el uso del aparato público a favor de uno de los candidatos, Omar García Harfuch, fue más que evidente por parte de los titulares de secretarías como la de Inclusión y Bienestar, Trabajo y Seduvi, tanto como en el uso de sindicatos del sector público.

Los medios de comunicación electrónicos mostraron un sesgo perceptible a favor de Harfuch. Un estudio de Central de Inteligencia Política encontró que, entre septiembre y octubre, el policía tuvo 34% más de tiempo aire en radio y televisión del que le dieron a Clara Brugada, mientras que el valor de esa cobertura –de acuerdo al tipo de espacios, horarios de transmisión, etc.– fue 20% mayor para él que para ella.

En el mercado de las encuestas hemos visto también cómo se opera, con mucho dinero de por medio, para inflar a ciertos candidatos en las contiendas internas y construir la percepción de un triunfo inevitable.

Por todo ello, una nueva reforma electoral debiera plantear que la elección de candidatos, especialmente a puestos ejecutivos de relevancia, pueda ser conducida y/o supervisada por el INE. En vez de encuestas u otros ejercicios de opinión pública, deberíamos pensar seriamente llevar a cabo verdaderas elecciones primarias, plenamente transparentes, democráticas y abiertas a toda la población.

La autoridad electoral podría supervisar todo el proceso, vigilar tiempos de campaña, fiscalizar el uso de recursos públicos y privados, regular el uso de la publicidad, registrar encuestadoras autorizadas y confiables, sancionar a funcionarios públicos que se involucren indebidamente en la contienda, obligar a que exista paridad de género en las candidaturas y monitorear que exista una cobertura equitativa por parte de los medios de comunicación.

Al final, en muchos procesos internos partidistas –como ocurre en el caso de Morena– estamos eligiendo a quien nos va a gobernar. ¿Acaso en un sistema democrático ese no es un derecho de todas y todos?

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Harfuch y Ayotzinapa

Poco ha hecho Omar García Harfuch por resolver la gran cantidad de dudas que existen sobre su trayectoria como policía a lo largo de esta contienda.

Los periodistas de medios corporativos, con los que ha preferido hablar, le preguntan una y otra vez: “¿cuál fue su papel en Ayotzinapa?”, “¿estaba usted ahí?” Y Omar se escabulle siempre de la misma forma: “Yo no estaba ahí, había sido designado a la Gendarmería en Michoacán”. Y tan, tan.

Como era de esperarse, las minutas de las famosas reuniones del 7 y 8 de octubre de 2014 —a las que ahora he podido acceder en su totalidad—, no arrojan evidencia alguna de que allí se haya fabricado la llamada “verdad histórica”. Tampoco figura algún tipo de participación por parte de Harfuch.

Pero la cosa no se agota ahí. Hay elementos para pensar que el policía, a pesar de estar en Michoacán, fue informado todo el tiempo de lo que ocurría, e incluso siguió tomando decisiones, según la evidencia aportada por Anabel Hernández. ¿Qué fue lo que le informaban y por qué no lo ha revelado?

He compilado una lista de 20 preguntas al hoy aspirante a la jefatura de gobierno, en una carta abierta (https://hernangomez.com.mx/). Menciono algunas de forma sucinta:

1. ¿Por qué a pesar de lo que usted pudo ver y escuchar, así como de las acciones que desempeñó en materia de combate a la delincuencia organizada en Guerrero, su declaración ministerial tan solo contiene cuatro páginas?

2. Como responsable de la Policía Federal en Guerrero a usted le correspondían, entre otras funciones, el patrullaje de las carreteras. ¿Podría contarnos cuántos aseguramientos y detenciones efectuó contra Guerreros Unidos durante el tiempo de su encargo?

3. No son claras las condiciones en las que usted se trasladó, días antes de lo ocurrido en Iguala, de Guerrero a Michoacán. ¿Cómo es posible que su traslado a ese estado fuera autorizado por usted mismo y no mediante orden de un superior jerárquico? ¿Por qué usted nombró a su propio sustituto y cómo es que lo eligió?

4. Cuando rindió su declaración en calidad de testigo sobre el caso Ayotzinapa usted no dio prácticamente ninguna información sobre Guerreros Unidos. En el caso de Los Rojos, en cambio, dio diversos detalles, mencionando la detención de cinco miembros de ese grupo, con sus nombres y alias. ¿Por qué no dio un solo nombre de algún detenido de Guerreros Unidos? ¿O es que no detuvo a ninguno?

5. ¿Qué cree usted que hacía Sidronio Casarrubias Salgado, líder de Guerreros Unidos, con su nombre y número de teléfono anotados en su agenda personal, como consta en las pruebas físicas del caso?

6. ¿Tendrá algo que ver lo anterior con el hecho de que, en las intervenciones telefónicas legales hechas por la DEA –mismas que he podido revisar—, Adán Casarrubias (hermano de Sidronio) alude a una persona de nombre “Omar” y “Omarsito”? ¿Será que se trata de un homónimo?

7. La Policía Federal tuvo una importante participación en la desaparición de los 43. De hecho, han sido consignados o señalados varios elementos que estuvieron subordinados a usted, como Emmanuel de la Cruz Pérez Arizpe, Víctor Manuel Colmenares Campos o Luis Antonio Dorantes Macías, entre otros. ¿Qué nos puede decir acerca de estos personajes y su responsabilidad por su conducta?

Estas son algunas de las preguntas que Harfuch tendría que contestar. El puesto al que aspira es muy importante como para llegar con una estela de dudas en el camino.

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Más mujeres en gubernaturas

Una nueva reacción de quienes dominan los partidos políticos —hombres todos— se ha dejado venir desde que un grupo de consejeras del INE planteó que, en la elección de 2024 —en la cual se disputarán nueve gubernaturas—, los partidos deberán presentar cinco candidaturas de mujeres y cuatro de hombres.

No es casual que, una vez más, el rechazo venga de toda la partidocracia (salvo el PVEM), dominada como siempre ha estado por el interés patriarcal.

Su actitud, en el fondo, es muy parecida a la que los coordinadores parlamentarios tuvieron en abril pasado, cuando intentaron aprobar una reforma constitucional que le quitaba al Tribunal Electoral atribuciones para establecer acciones afirmativas, una agenda que le resulta incómoda a esos hombres blancos heterosexuales, de más de cuarenta años, que en general son quienes dominan la política en México.

Dejando fuera la discusión sobre si el INE tiene o no facultades para establecer cuotas (pues no es su atribución interpretar la Constitución), hay argumentos de peso para que, al ser nueve un número impar, se favorezca a las mujeres y no a los hombres, por tratarse de un grupo claramente subrepresentado entre quienes encabezan los gobiernos de las entidades federativas.

En 2019 se aprobó una reforma constitucional en México que estableció un principio pionero y de avanzada en materia de paridad de género en todos los ámbitos gubernamentales y de elección.

En el caso de los congresos estatales, eso implica que el número de legisladoras debía ser el mismo que el de legisladores. En el ámbito de las gubernaturas, sin embargo, el asunto es más complejo por tratarse de cargos unitarios.

Dada la omisión de la mayor parte de los congresos estatales que se han negado a legislar sobre el tema (solo Yucatán, Puebla y Jalisco lo han hecho), a partir de 2021 el Tribunal tuvo que emitir una serie de sentencias para forzar a los partidos a cumplir con el artículo 35, fracción II de la Constitución, donde se establece la paridad en todo.

En 2021, cuando se jugaban 15 gubernaturas, el TEPJF obligó a las fuerzas políticas a postular a siete mujeres y ocho hombres. En 2022, al estar en juego seis, se instruyó a postular tres hombres y tres mujeres. Algo similar ocurrió en 2023, cuando estuvieron en juego dos gubernaturas y los partidos o sus coaliciones tuvieron que postular un hombre y una mujer. En suma, la máxima autoridad en materia electoral hasta ahora ha obligado a los partidos a postular 12 hombres y 11 mujeres.

Siguiendo esa misma lógica, es razonable que para 2024, cuando se disputará el poder en nueve entidades, cinco candidaturas se asignen a mujeres y cuatro a hombres, especialmente porque en 2021 el número impar favoreció a los varones, sin mediar justificación válida. Si ahora se procede a la inversa, llegaríamos a una paridad absoluta en las postulaciones efectuadas desde la sentencia de 2024: 16 mujeres y 16 hombres.

Ciertamente, hay varios criterios a partir de los cuales consejeros, magistrados y dirigentes partidistas han entendido y aplicado hasta ahora la paridad en lo que hace a gubernaturas. Incluso las sentencias del Tribunal en la materia no son del todo consistentes.

En cualquier caso, más que buscar argumentos para ver de qué manera pichicatearle candidaturas a las mujeres, toca favorecer al grupo históricamente discriminado, especialmente porque hoy menos de un tercio de las gubernaturas son ocupadas por ellas, pues tenemos solo nueve gobernadoras en México.

Al final, lo que una acción afirmativa busca es establecer una medida temporal para revertir paulatinamente una situación de discriminación y desigualdad estructural. Lo que busca es compensar a un grupo social históricamente desfavorecido.

En ese sentido, es importante entender que el principio constitucional de paridad, que establece un techo del 50% de candidaturas para un solo género, aplica para los hombres, no para las mujeres, porque estas últimas constituyen el grupo discriminado y subrepresentado. Al mismo tiempo, el principio de progresividad —fundamental en materia de derechos humanos— exige que el número de espacios para ellas se incremente hasta alcanzar una paridad efectiva y real.

Operacionalmente la discusión es compleja y seguramente los actores políticos recurrirán a muchas maromas para beneficiar a unos o perjudicar a otros. Aun así, no hay que olvidar que —pese a todos los espacios que han logrado conquistar las mujeres—, aún están en desventaja. De hecho, aún si las cinco candidaturas a gobernadoras que hoy el INE pretende postular ganaran la elección, no serían suficiente para alcanzar 16, es decir, para lograr la paridad.