Faltan solo tres semanas para que comience a levantarse la encuesta de la que surgirá la candidata a la presidencia de la República por la 4T. El ejercicio comenzará el 28 de agosto y concluirá el 3 de septiembre; el día 6 se anunciará el nombre de la afortunada.
Hasta ahora solo hay lineamientos generales del proceso. Aún no se anuncia qué preguntas se harán, ni el puntaje que se le asignará a cada pregunta. Están en la indefinición algunos elementos importantes para dar credibilidad y certeza.
A la industria de los encuestadores le preocupa, en general, que la comisión de encuestas de Morena sea la que realice el muestreo, establezca las reglas metodológicas y procese los resultados, según puede leerse en la convocatoria (en realidad un simple Power Point).
El papel de las cuatro encuestadoras que serán seleccionadas a mediados de este mes, a partir de las propuestas que realicen las distintas corcholatas, estará más que acotado, por no decir que jugarán un rol secundario. De hecho, su intervención se limitará a aportar el personal que levantará los datos en campo.
Será la comisión de encuestas de Morena, y no las empresas demoscópicas, quien elabore la muestra de las secciones electorales en las cuales se llevará a cabo el ejercicio. ¿Y cómo es que esa comisión realiza la muestra? A través de un programa que lleva a cabo el ejercicio de forma aleatoria, es la respuesta que me dieron en la dirección nacional.
Y aunque varios encuestadores consultados para esta columna señalan que los diseños muestrales del partido guinda no suelen estar mal planteados, al menos creen que es clave que se les permita validar la muestra, no simplemente que Morena la determine.
Este no es un asunto menor, pues desde la forma en que se elabora una muestra se puede generar un sesgo. “Por ejemplo”, explica Rodrigo Galván de Las Heras, “si se hacen más entrevistas en la Ciudad de México saldría beneficiada Claudia, si se hacen más entre secciones de clase media, la cosa puede inclinarse hacia Marcelo”.
Entre los encuestadores que consulté –y hasta entre dirigentes morenistas– generó una enorme extrañeza la reciente declaración de Mario Delgado, cuando en una entrevista con Ciro Gómez Leyva anunció que la muestra será dada a conocer públicamente dos o tres días antes de que se lleve a cabo el levantamiento.
No es claro si el presidente de Morena estaba plenamente consciente al realizar esa afirmación (lo busqué insistentemente sin éxito), pero hacer algo así permitiría que los equipos territoriales de las corcholatas se trasladen a esos sitios a “operar”, y hasta sean capaces de alterar el resultado.
Anunciar la muestra con anticipación, señaló Jorge Buendía, otro importante encuestador, afectaría la “confidencialidad del proceso que debe cuidarse en todo momento”. Incluso Paco Abundis, cercano a Morena y al propio Mario, señaló para El Octágono que sería muy grave que tal cosa ocurra.
Otro elemento que preocupa es que un ejército de observadores –uno por cada una de las seis corcholatas– estaría acompañando a los encuestadores en sus visitas domiciliarias, más un coordinador designado por la comisión de encuestas. Digamos, unas ocho personas.
Este parece ser otro grave error metodológico. Como señaló un funcionario de INEGI, “está probado que eso no funciona, la gente difícilmente le abre la puerta a tantas personas”.