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El poder que amasó Julio Scherer

Esta columna debió ser publicada el jueves 9 de septiembre en las páginas de El Heraldo de México. Por alguna extraña razón no ocurrió así.

Durante estos tres años Julio Scherer amasó un enorme poder que tenía su principal enclave en el Poder Judicial. Fue una suerte de súper secretario, pero en la sombra. Su voz llegó a ser interpretada como la del primer mandatario, sintiéndose él mismo un segundo al mando.

 

Y aunque por el presidente solamente habla éste, entre los despistados que desconocían esa máxima, Scherer pudo y supo aparecer como un emisario presidencial. 

 

Lamentablemente, como históricamente ha ocurrido con buena parte de los hombres verdaderamente poderosos en México, las fronteras entre el dinero y la política, lo público y lo privado, no se ven muy claras en su gestión. No como debieran estarlo en la 4T.

 

Diversos testimonios señalan que  Scherer nunca dejó de hacer negocios, utilizando para ello a terceros. Están desde los de carácter inmobiliario, pasando por la venta de comida en las cárceles, el agua y hasta su actividad como abogado. 

 

Aparentemente, Julio dejó el litigio al asumir la Consejería Jurídica. Su despacho, Ferráez e Igartúa, quedó en manos de uno de sus sobrinos, Rodrigo Scherer. Sin embargo, Julio habría continuado litigando a través de una red de despachos con los que compartía casos, por los cobraría enormes sumas. 

 

Además de eso, Scherer creó una poderosa estructura para influir en la procuración e impartición de justicia a través de dos relaciones estratégicas: Una con un alto funcionario de la Fiscalía General de la República y otro con uno del Consejo de la Judicatura Federal. Esos dos personajes estuvieron prácticamente a su servicio. Tal vez aún lo estén.  

 

En la Judicatura, particularmente, Scherer operó de la mano de un oscuro personaje que le permitió determinar la resolución de numerosos casos. Caracterizado por sus lujos extravagantes y un ostentoso rancho en las afueras de la ciudad, este sujeto conoce como pocos las cañerías del Poder Judicial y no escatima en presionar a jueces y magistrados. 

 

¿Será que el ex consejero jurídico utilizó este poder con mesura y responsabilidad? No parece ser el caso porque hay una larga lista de empresarios, políticos y funcionarios agraviados en todos los niveles que dicen haber recibido amenazas o presiones de su parte.

 

¿Y será que empleó aquel poder a favor de la 4T o para apalancar sus propios intereses? Por lo visto fue una combinación. Pero algo irritó profundamente al presidente. Tanto que decidió quitarle la relación con el Poder Judicial y anunciar públicamente que el responsable de ella sería Adán Augusto. Cuando eso ocurrió Scherer sabía que ya no tenía nada que hacer donde estaba. 

 

Obviamente, AMLO no quería terminar peleado con Scherer, pero en la intimidad seguramente se seguirá preguntando qué fue lo que le pasó a su colaborador y amigo. Sobre todo, qué le pasó al hijo del gran Julio Scherer García.

 

Quizás la respuesta está en la naturaleza del poder. Esa que, como bien decía Abraham Lincoln, pone a prueba la entereza de los seres humanos.