Una sección de “fake news” de pena ajena

“Antidemocrática intimidación”, “escarmiento verbal”, “estigmatización del trabajo periodístico”. Son esas algunas de las críticas que se han hecho al ejercicio de la mañanera del martes pasado.

Discrepo de esas expresiones por exageradas, pero también por ridículas.

Ni es ilegal ni resulta una práctica totalitaria que un poder –en este caso el de la Presidencia– exponga las mentiras de otro poder –la prensa—. Pensar que hacerlo vulnera la libertad de expresión es francamente una repetición de los lugares más comunes de una oposición sin norte.

No hay nada indebido en que un gobierno desmonte información falsa u ofrezca su propia interpretación de la misma. El problema no está en el qué del ejercicio sino en el cómo; en la muy mal lograda forma en que se llevó a cabo.

En lugar de explicar con argumentos, evidencias y datos incontrovertibles las razones por las cuales la información aludida en la sección era falsa o equivocada, Ana Elizabeth García Vilchis le hizo un flaco favor al gobierno personalizándolo todo, calificando al emisor del mensaje en lugar del mensaje mismo. 

A diferencia del tipo de las participaciones que han tenido otros funcionarios de este gobierno –profesionales serios como Jenaro Villamil—que de forma consistente y con seriedad posicionaron el tema de la infodemia durante la pandemia—aquí vimos a una persona poco dispuesta a tomar su trabajo en serio.

A lo largo de su participación –que de verdad causó pena ajena–,  García Vilchis calificó sin explicar ni abundar. Como si alguien genuinamente estuviera interesado en su muy intrascendente opinión.

Así, por ejemplo, de un plumazo determinó que una serie de notas constituían una forma de “nado sincronizado” y hasta se dio el lujo de otorgarles una medalla de oro, sin explicar en ningún momento a cuenta de qué.

Emplear un formato como el utilizado por esta joven de voz temblorosa y malos chistes –que ya debiera estar buscando otro trabajo–, denigró y vulgarizó un propósito loable: Terminó por restarle credibilidad y autoridad moral al ejercicio. Lo hizo parecer una rencilla de baja calaña.

La diseminación de noticias falsas es un asunto serio. Vaya que las ha padecido este gobierno y lo hemos sufrido ciudadanos en general. Un tema como este no puede banalizarse como como lo hizo Vilchis en una participación llena de errores e imprecisiones.

Lo que vimos fue lamentable por su evidente falta de profesionalismo, aderezada con posturas ideológicas de colegio secundario. Parecía el trabajo de una aprendiz que no hubiera aprobado siquiera el más mediocre maestro en la más patito de las universidades de la comunicación.

Fue una muestra más de cómo un gobierno con varios objetivos certeros se pierde en el camino por la ineficiencia, la ligereza de sus decisiones y la falta de planeación.