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La 4T versión 2.0

En su libro más reciente, La Sucesión 2024, el siempre lúcido analista, Jorge Zepeda Patterson, examina los dilemas del proceso electoral del próximo año.
En uno de sus capítulos se hace un interesante ejercicio de futurología o política ficción, si se quiere: ¿cómo sería una presidencia de Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard?
La 4T en versión 2.0 —vaticina el autor— tendrá cambios significativos con respecto a su primera edición, independientemente de cuál sea la corcholata preferida.
Y es que hasta ahora, AMLO logró sostener el apoyo popular para mantener la fuerza política frente a la reacción de los grupos de interés contrarios al cambio, e incluso consiguió la legitimidad popular para darles a sus banderas la oportunidad de una segunda temporada. Pero lo que sigue podría ser diferente, anticipa.
Y seguramente el país va a estar necesitando algo diferente.
Quien sea que gobierne —apunta el autor— encontrará un país dividido, agotado por la confrontación, urgido de expandir la economía y el empleo, pero también enormes expectativas de continuar el cambio iniciado en 2018 y refrendado en 2024.
Pienso que este Presidente ha sido tan hábil para llevar la conversación pública hacia donde quiere, y hacernos vivir a todos en un país llamado Amlolandia, que por mucho tiempo hemos dejado de discutir ciertos problemas apremiantes. Probablemente a partir de 2025, cuando nos vemos al espejo, esos problemas saldrán a flote y tendremos que enfrentarlos con algo más de sensatez que hasta ahora.
La situación social del país, dice Zepeda, no acepta una gestión tecnocrática, pero el contexto internacional y las realidades económicas no admiten un manejo ideologizado. En ese sentido, tanto Sheinbaum como Ebrard son una buena noticia, plantea, pues ambos son funcionarios profesionales con sensibilidad social, pero también cuadros probados en la administración pública, con capacidad técnica.
Hay diferencias, dice Zepeda: Marcelo se antoja como un cuadro más natural para emprender la tarea de crecer y promover la inversión, Claudia para redistribuir mejor.
Con todo, el autor nos da a entender que uno y otro se parecen más entre sí de lo que pareciera. Incluso creo que el canciller y la jefa de gobierno están más cerca el uno del otro de lo que cualquier de los dos podría estarlo de AMLO.
Para empezar —lo dice Zepeda— ni Claudia ni Marcelo tienen el carisma y vínculo personal con las masas del hoy presidente. Ninguno de los dos podrá permitirse mantener el mismo pulso en contra de los intereses creados (medios, empresarios, élites, etc.), que ha impulsado AMLO, sin que la confrontación genere inestabilidad política y económica.
Tanto ella como él tendrían dificultades para conectar a las masas de la manera en que lo hizo el presidente López Obrador, para mantener viva la relación irrepetible que construyó con una enorme base social.
A diferencia de su actual jefe político, Claudia y Marcelo privilegian una aproximación a los temas en términos menos intuitivos e ideológicos y más técnicos. Han vivido y tomado cursos en el extranjero, manejan con fluidez otros idiomas y son producto de una clase media urbana moderna.
La propia Sheinbaum —señala Jorge Zepeda— es menos radical de lo que algunos creen, e incluso las acusaciones que le hacen de sectarismo no se sostienen en la realidad si se revisa su biografía, como de forma acertada lo hace el autor.
Vale la pena leer esta obra para entender las claves del proceso que habremos de ver en los próximos meses y lo que vendrá.






La crisis del metro de la CDMX


Se equivocan quienes alimentan una disputa entre Claudia y Marcelo que, más allá de la rivalidad natural, podría dinamitar puentes entre ambos de cara a un futuro no muy lejano.
Pienso que la jefa de gobierno, en particular, va a necesitar a Marcelo. Si gana la candidatura a la presidencia, porque nadie como el canciller podría contribuir para que Morena recupere en campaña una parte de la clase media perdida.
Al mismo tiempo, si gana la elección Claudia necesitará de políticos como él, no solo por su experiencia y eficiencia, sino por su enorme habilidad para la negociación política.
Quien llegue al poder en diciembre de 2024 no podrá mantener el país en un conflicto permanente. AMLO puede pelearse todos los días con alguien diferente porque es AMLO, pero el país no aguantará eso por mucho más tiempo.
En su libro de campaña, “El camino de México”, Marcelo hace una reflexión cierta: el poder que hoy ostenta López Obrador no volverá a tenerlo ningún otro mandatario, con tantos estados bajo su bandera, ni con la cobertura que ha tenido en ambas cámaras. En un escenario así, va a ser necesario un perfil que negocie con toda profesionalidad.
Salvo que Sheinbaum piense en echar mano de Julio Scherer –quien tiene un largo expediente en la FGR y traicionó a AMLO— necesitaría de una figura como Ebrard para sacar adelante sus iniciativas y evitar una crisis de gobernabilidad en el país. Una como esas que a veces tienen lugar cuando se va del poder un líder carismático.
Como lo relata bien en su libro, Ebrard ha sido un gran negociador a lo largo de su carrera política, desde tiempos en que colaboraba con Manuel Camacho, hasta su rol más reciente como canciller.
Esas habilidades serían muy provechosas para Sheinbaum, quien tiene la visión de izquierda que necesita el país, pero no necesariamente la experiencia política para negociar y apagar fuegos.
Claro, todavía falta mucho para todo eso. Claudia aún tiene que ganar la elección y la disputa interna será muy dura. De hecho, ya lo está siendo. De hecho, justo en ese contexto Claudia y Marcelo podrían beneficiarse de un acuerdo político.
Y es que el embate que han iniciado los colaboradores de Adán Augusto en contra de Sheinbaum —con características de guerra sucia— es ya imposible de ocultar. El secretario va derecho y no se quita.
Según una fuente con conocimiento del tema, su gente ya logró quitarle a Sheinbaum el apoyo de casi dos tercios de los gobernadores de Morena y de varios presidentes municipales, incluso a base de amenazas.
El equipo de Adán también estaría dirigiendo una cantidad importante de pauta publicitaria para denostar a la jefa de gobierno en las redes sociales. Más de uno asegura que Adán está detrás de los espectaculares de la revista Líder —de claro trasfondo machista—, donde el secretario (el hombre) aparece delante, grandote, y Claudia (la mujer) aparece atrás, pequeñita.
Huelga decir que Ebrard también ha sido víctima de más de un golpe de Adán Augusto, como el intentar endilgarle la responsabilidad de lo ocurrido en Ciudad Juárez o buscar dinamitar cualquiera de sus posibles alianzas.
Cómo estarán las cosas que, en una reunión reciente con su equipo de trabajo, Sheinbaum reconoció que, aunque Marcelo sea su rival y le dé duro, su actitud no se compara con los golpes bajos y la falta de ética con la que el secretario de Gobernación se estaría conduciendo en la disputa política.
¿De verdad no hay razones de sobre para que Marcelo y Claudia se sienten a conversar?