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El dilema de Claudia

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Más mujeres en gubernaturas

Una nueva reacción de quienes dominan los partidos políticos —hombres todos— se ha dejado venir desde que un grupo de consejeras del INE planteó que, en la elección de 2024 —en la cual se disputarán nueve gubernaturas—, los partidos deberán presentar cinco candidaturas de mujeres y cuatro de hombres.

No es casual que, una vez más, el rechazo venga de toda la partidocracia (salvo el PVEM), dominada como siempre ha estado por el interés patriarcal.

Su actitud, en el fondo, es muy parecida a la que los coordinadores parlamentarios tuvieron en abril pasado, cuando intentaron aprobar una reforma constitucional que le quitaba al Tribunal Electoral atribuciones para establecer acciones afirmativas, una agenda que le resulta incómoda a esos hombres blancos heterosexuales, de más de cuarenta años, que en general son quienes dominan la política en México.

Dejando fuera la discusión sobre si el INE tiene o no facultades para establecer cuotas (pues no es su atribución interpretar la Constitución), hay argumentos de peso para que, al ser nueve un número impar, se favorezca a las mujeres y no a los hombres, por tratarse de un grupo claramente subrepresentado entre quienes encabezan los gobiernos de las entidades federativas.

En 2019 se aprobó una reforma constitucional en México que estableció un principio pionero y de avanzada en materia de paridad de género en todos los ámbitos gubernamentales y de elección.

En el caso de los congresos estatales, eso implica que el número de legisladoras debía ser el mismo que el de legisladores. En el ámbito de las gubernaturas, sin embargo, el asunto es más complejo por tratarse de cargos unitarios.

Dada la omisión de la mayor parte de los congresos estatales que se han negado a legislar sobre el tema (solo Yucatán, Puebla y Jalisco lo han hecho), a partir de 2021 el Tribunal tuvo que emitir una serie de sentencias para forzar a los partidos a cumplir con el artículo 35, fracción II de la Constitución, donde se establece la paridad en todo.

En 2021, cuando se jugaban 15 gubernaturas, el TEPJF obligó a las fuerzas políticas a postular a siete mujeres y ocho hombres. En 2022, al estar en juego seis, se instruyó a postular tres hombres y tres mujeres. Algo similar ocurrió en 2023, cuando estuvieron en juego dos gubernaturas y los partidos o sus coaliciones tuvieron que postular un hombre y una mujer. En suma, la máxima autoridad en materia electoral hasta ahora ha obligado a los partidos a postular 12 hombres y 11 mujeres.

Siguiendo esa misma lógica, es razonable que para 2024, cuando se disputará el poder en nueve entidades, cinco candidaturas se asignen a mujeres y cuatro a hombres, especialmente porque en 2021 el número impar favoreció a los varones, sin mediar justificación válida. Si ahora se procede a la inversa, llegaríamos a una paridad absoluta en las postulaciones efectuadas desde la sentencia de 2024: 16 mujeres y 16 hombres.

Ciertamente, hay varios criterios a partir de los cuales consejeros, magistrados y dirigentes partidistas han entendido y aplicado hasta ahora la paridad en lo que hace a gubernaturas. Incluso las sentencias del Tribunal en la materia no son del todo consistentes.

En cualquier caso, más que buscar argumentos para ver de qué manera pichicatearle candidaturas a las mujeres, toca favorecer al grupo históricamente discriminado, especialmente porque hoy menos de un tercio de las gubernaturas son ocupadas por ellas, pues tenemos solo nueve gobernadoras en México.

Al final, lo que una acción afirmativa busca es establecer una medida temporal para revertir paulatinamente una situación de discriminación y desigualdad estructural. Lo que busca es compensar a un grupo social históricamente desfavorecido.

En ese sentido, es importante entender que el principio constitucional de paridad, que establece un techo del 50% de candidaturas para un solo género, aplica para los hombres, no para las mujeres, porque estas últimas constituyen el grupo discriminado y subrepresentado. Al mismo tiempo, el principio de progresividad —fundamental en materia de derechos humanos— exige que el número de espacios para ellas se incremente hasta alcanzar una paridad efectiva y real.

Operacionalmente la discusión es compleja y seguramente los actores políticos recurrirán a muchas maromas para beneficiar a unos o perjudicar a otros. Aun así, no hay que olvidar que —pese a todos los espacios que han logrado conquistar las mujeres—, aún están en desventaja. De hecho, aún si las cinco candidaturas a gobernadoras que hoy el INE pretende postular ganaran la elección, no serían suficiente para alcanzar 16, es decir, para lograr la paridad.

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¿Clara o el policía?

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¿Clara o el policía?

Morena se enfrenta al dilema de elegir para candidato a jefe de gobierno un policía recién llegado a sus filias —eficaz, carismático y popular, pero de escasas ideas y experiencia sustantiva de gobierno— o una mujer de larga trayectoria, que viene de una exitosa gestión en la alcaldía más compleja de la CDMX.

Hay que reconocer que hasta ahora el partido no ha sido especialmente eficaz en sus gobiernos municipales. Durante los últimos seis años, sin embargo, la gestión de Clara Brugada se ha convertido en un referente de cómo gobernar en el ámbito local, al cambiarle por completo el rostro a su demarcación.

La 4T no solamente debe premiar un perfil así por principios. Lo debe hacer hasta por conveniencia: para mostrar a nivel nacional una forma de gobierno exitosa en lo local, susceptible de ser replicada.

Aunque las alcaldías en la Ciudad de México no tienen facultades para recaudar impuestos —y pese a que el presupuesto per cápita de la demarcación es limitado—, Clara logró emprender una sorprendente cantidad de obras de infraestructura de calidad y alto impacto social.

El modelo ha sido exitoso, en gran medida, gracias a sus políticas de austeridad y ahorro. En lugar de contratar empresas para brindar servicios públicos a costos altísimos —como suelen hacerlo la mayor parte de las alcaldías— en Iztapalapa se construyeron capacidades para otorgar directamente servicios de alumbrado, limpia y bacheado a un costo considerablemente más bajo.

No creo exagerar al afirmar que durante los últimos seis años Brugada ha creado una nueva manera de gestionar el gobierno local, una “forma Clara de gobernar”.

Pese a que cierto sector la ve desde la limitada óptica de sus prejuicios clasistas, desprecia su origen social y le tema a su activismo popular de izquierda, Clara es una economista bien formada en la UAM-Xochimilco que ha demostrado una amplia capacidad de ejecución y gestión.

A partir de buenos diagnósticos de las necesidades sociales, seriedad en la planeación, capacidad de escuchar y de promover la participación ciudadana, Brugada logró extender la presencia del Estado en una de las demarcaciones donde este estaba más ausente.

A tal punto ha probado su capacidad para gobernar y ejecutar que sus obras de infraestructura —especialmente las ya famosas “utopías”, sobre las que he escrito anteriormente en este espacio—, hoy son consideradas internacionalmente como una experiencia exitosa que inspira autoridades de otros países que visitan la demarcación. Las utopías, además, le han valido a Brugada numerosos premios internacionales.

Es falso, como algunos creen, que un perfil como este no pueda ser atractivo para la clase media, especialmente si sus estrategas de campaña lo saben explotar. ¿Por qué rechazarían a una gobernante capaz y con sentido común, que sabe administrar bien los recursos, tiene ideas innovadoras, rescata, embellece, y amplía el espacio público?

En una ciudad progresista el perfil de Brugada puede ser atractivo para una clase media que abraza el feminismo (Clara ha promovido políticas que terminaron por ser replicadas en niveles más altos, como los senderos seguros o el programa Siemprevivas), que prefiere un enfoque no estigmatizante ni prohibicionista frente a las drogas (como en los centros colibrí), que le gusta vivir en una ciudad diversa, y donde la cultura sea un derecho de todos, como hoy lo es en Iztapalapa.

La ruta es, y solo puede ser, Clara.

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Las famosas Utopías en Iztapalapa

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Las Utopías de Clara Brugada

La periferia de la Ciudad de México ha sido menospreciada por décadas. Allí no solo están los peores servicios públicos, sino que se ha normalizado la fealdad en el paisaje urbano como si los pobres no tuvieran derecho a la belleza.

En Iztapalapa parte de esa historia ha empezado a ser reescrita. Pocos lo han querido ver porque estamos acostumbrados a vivir de espaldas al oriente e ignorar a la periferia, pero vale la pena darse una vuelta.

No creo exagerar al decir que hoy el rostro de esa demarcación –donde habita un tercio de los capitalinos– es hoy muy distinto. Tanto que hasta se está convirtiendo en un atractivo turístico.

Basta con subirse al cablebús que construyó el gobierno de Claudia Sheinbaum–el teleférico más grande del mundo— y contemplar desde las alturas los más de 10 mil murales y azoteas pintadas por talentosos artistas o la cantidad de caminos iluminados en una demarcación que era la más insegura de la ciudad.

El esfuerzo más importante está en la edificación de 12 grandes proyectos llamados “utopías”, promovidos por la alcaldesa Clara Brugada, que representan un cambio de paradigma. Uno donde el arte, la cultura, el deporte y la recreación –temas que suelen verse como secundarios— ocupan un lugar central.

Las utopías son una irrupción estética en el espacio público, un acto de justicia social y una forma de llevar la imaginación al poder. Son un encuentro afortunado de política pública, promovidos por un gobierno local que busca dignificar a los pobres; donde en vez de dejarles siempre lo peor, aquí el lema parece ser: “a los pobres, lo mejor”.

Las utopías son una intervención en el espacio público que permite que hoy los jóvenes iztapalapenses tengan una opción distinta que quedarse en casa frente a un televisor o atrapados en el ocio y el vicio. Que puedan ir a una pista de patinaje y practicar hockey sobre hielo, jugar al tenis o al golfito, leer en uno de los tres aviones convertidos en bibliotecas.

Que los niños puedan divertirse en una alberca de olas, ir a clases de natación en las once piscinas que se han construido y están tan limpias como en el más fifí de los clubes privados. Que disfruten de un planetario, un parque de dinosaurios y un acuario digital de alta tecnología.

Que las mujeres que son madres puedan dejar la ropa en un centro de lavado, donde lavarla y secarla les cuesta tan solo un peso, dejar a sus hijos encargados un par de horas de forma gratuita, e irse a un spa a hacerse un masaje sin costo alguno. ¿Y por qué no? ¿Acaso solo los ricos tienen derecho a todo eso?

Después de haber dedicado un día entero a recorrer esos sitios, no pude sino preguntarme: ¿de dónde salió el dinero para financiar algo así?

Al parecer, la clave radica en renunciar a la idea de que el mejor Estado es el Estado mínimo para que los gobiernos locales construyan sus propias capacidades.

El modelo consiste en proveer servicios públicos directamente (alumbrado, bacheo, balizamiento, pintura, poda, etc.), en lugar de contratar empresas que brindan esos servicios por un valor altísimo, y así liberar cuantiosos recursos.

Ese modo iztapalapense de gobernar —que pone a Clara Brugada como una seria competidora a la jefatura de gobierno— merece ser estudiado.

La izquierda no debe conformarse con administrar como los demás, ni simplemente gestionar las crisis. Debe inventar nuevas formas de gobernar. En Iztapalapa hay una que vale la pena conocer y, en una de esas, replicar en el resto de la ciudad.

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La disputa por la Ciudad

A diferencia de lo que ocurrirá a nivel federal en la elección de 2024, el resultado de la disputa para jefe de gobierno en la capital no está tan definido. La CDMX lleva 27 años gobernada por la izquierda. Sería un error confiarse y creer que el triunfo está asegurado.

Para retener la capital, el oficialismo necesitará de un candidato competitivo. El tema de fondo es definir la estrategia:

¿Qué es un candidato competitivo en la ciudad? ¿Uno(a) que concite gran entusiasmo entre los obradoristas para que salgan a votar masivamente o uno(a) que permita interpelar a la clase media urbana –más numerosa aquí que en otras partes—, y crecientemente apartada de la 4T?

Si de lo que se trata es apelar con firmeza ante los convencidos —y lograr que llenen las casillas como logró hacerlo exitosamente la oposición en 2021 en muchas alcaldías— se necesitará una figura capaz de movilizar a la base obradorista.

En esa vertiente la ventaja la tienen dos mujeres: Clara Brugada, la alcaldesa de Iztapalapa —con una buena e imaginativa gestión de gobierno—, y Ariadna Montiel, secretaria de Bienestar, al frente de uno de los mayores éxitos de este gobierno: los programas sociales.

Tanto Clara como Ariadna son fundadoras de Morena, con trabajo territorial, conocen la ciudad, tienen capacidad de operación política, son inteligentes y leales al presidente. De las dos, sin embargo, la secretaria de Bienestar podría ser percibida como menos radical y sectaria, aunque tiene la desventaja mediática de su pasado bejaranista.

En la vertiente izquierdista está también Martí Batres, que a pesar de ser un morenista de la primera hora y tener una formación de izquierda, no es hoy muy cercano al presidente ni goza del apoyo de ciertos grupos en el partido. Su mejor apuesta sería quedarse como jefe de gobierno interino cuando Sheinbaum pida licencia.

Si de lo que se trata es de recuperar a la clase media perdida, a través de un candidato sin los negativos que puede traer el discurso obradorista duro, perfiles como el de Omar García Harfuch, se antojan útiles.

Tiene alto nivel de conocimiento, buena presencia pública, ha logrado modificar la percepción de inseguridad en la ciudad y goza del apoyo de algunos medios hegemónicos y del establishment. No es un hombre de izquierda, pero eso cae bien en un sector. En una vertiente similar podría estar Ricardo Monreal, aunque hoy está debilitado.

En una zona gris está Mario Delgado, defensor de una “izquierda de resultados”. Por su origen y formación podría ser un candidato aceptable para la clase media (su perfil de economista e itamita caen bien), pero esos rasgos han quedado desdibujados como presidente de Morena.

En una zona más gris aún se sitúa Rosa Icela Rodríguez. La secretaria de seguridad es una política eficaz, lista y profesional. Pero la ideología para ella es algo secundario: Lo mismo ha sido obradorista, que marcelista o mancerista. La candidata que más promueve Julio Scherer no es precisamente una figura carismática. De tener a Xóchitl Gálvez como contrincante, podría perder la contienda.

A varios les ha generado extrañeza que se hayan tapizado bardas de la ciudad con pintas de “#ESROSAICELA”. ¿Cómo es que la secretaria se sube al mismo slogan de Sheinbaum (#ESCLAUDIA), cuando es sabido que apoya al secretario de Gobernación? Bien raro…

Así las cosas, Morena necesitará en la ciudad una definición política: primero la estrategia, después el candidato(a).