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¿Clara o el policía?
Morena se enfrenta al dilema de elegir para candidato a jefe de gobierno un policía recién llegado a sus filias —eficaz, carismático y popular, pero de escasas ideas y experiencia sustantiva de gobierno— o una mujer de larga trayectoria, que viene de una exitosa gestión en la alcaldía más compleja de la CDMX.
Hay que reconocer que hasta ahora el partido no ha sido especialmente eficaz en sus gobiernos municipales. Durante los últimos seis años, sin embargo, la gestión de Clara Brugada se ha convertido en un referente de cómo gobernar en el ámbito local, al cambiarle por completo el rostro a su demarcación.
La 4T no solamente debe premiar un perfil así por principios. Lo debe hacer hasta por conveniencia: para mostrar a nivel nacional una forma de gobierno exitosa en lo local, susceptible de ser replicada.
Aunque las alcaldías en la Ciudad de México no tienen facultades para recaudar impuestos —y pese a que el presupuesto per cápita de la demarcación es limitado—, Clara logró emprender una sorprendente cantidad de obras de infraestructura de calidad y alto impacto social.
El modelo ha sido exitoso, en gran medida, gracias a sus políticas de austeridad y ahorro. En lugar de contratar empresas para brindar servicios públicos a costos altísimos —como suelen hacerlo la mayor parte de las alcaldías— en Iztapalapa se construyeron capacidades para otorgar directamente servicios de alumbrado, limpia y bacheado a un costo considerablemente más bajo.
No creo exagerar al afirmar que durante los últimos seis años Brugada ha creado una nueva manera de gestionar el gobierno local, una “forma Clara de gobernar”.
Pese a que cierto sector la ve desde la limitada óptica de sus prejuicios clasistas, desprecia su origen social y le tema a su activismo popular de izquierda, Clara es una economista bien formada en la UAM-Xochimilco que ha demostrado una amplia capacidad de ejecución y gestión.
A partir de buenos diagnósticos de las necesidades sociales, seriedad en la planeación, capacidad de escuchar y de promover la participación ciudadana, Brugada logró extender la presencia del Estado en una de las demarcaciones donde este estaba más ausente.
A tal punto ha probado su capacidad para gobernar y ejecutar que sus obras de infraestructura —especialmente las ya famosas “utopías”, sobre las que he escrito anteriormente en este espacio—, hoy son consideradas internacionalmente como una experiencia exitosa que inspira autoridades de otros países que visitan la demarcación. Las utopías, además, le han valido a Brugada numerosos premios internacionales.
Es falso, como algunos creen, que un perfil como este no pueda ser atractivo para la clase media, especialmente si sus estrategas de campaña lo saben explotar. ¿Por qué rechazarían a una gobernante capaz y con sentido común, que sabe administrar bien los recursos, tiene ideas innovadoras, rescata, embellece, y amplía el espacio público?
En una ciudad progresista el perfil de Brugada puede ser atractivo para una clase media que abraza el feminismo (Clara ha promovido políticas que terminaron por ser replicadas en niveles más altos, como los senderos seguros o el programa Siemprevivas), que prefiere un enfoque no estigmatizante ni prohibicionista frente a las drogas (como en los centros colibrí), que le gusta vivir en una ciudad diversa, y donde la cultura sea un derecho de todos, como hoy lo es en Iztapalapa.
Si es Harfuch, Claudia claudica
Omar García Harfuch fue un excelente secretario de seguridad durante el gobierno de Claudia Sheinbaum. Sus resultados en la reducción de la criminalidad son palpables. En esa lógica, sería el perfil perfecto —y necesario— para encabezar la estrategia de seguridad del futuro gobierno.
Resulta un extravío mayúsculo, sin embargo, pensar que un hombre como él puede dirigir los destinos de la Ciudad de México, en vez de abocarse a lo que sabe hacer mejor.
Ciertamente, el ex secretario de seguridad es quien mejor figura en intención de voto, pero también es verdad que tres de los candidatos de Morena que hoy más suenan —Clara Brugada, Mario Delgado y el propio Omar— ganarían una elección.
Ciertamente, la ventaja que Morena y sus aliados tienen hoy en la capital no es tan cómoda como a nivel federal. Si en este último caso la 4T aventaja a la oposición por al menos 16 puntos, en la ciudad la diferencia es de ocho puntos.
Aun así, Claudia Sheinbaum —en cuyas manos el presidente ha puesto la decisión— no quiere poner en riesgo la victoria. Ante ello, la ex jefa de gobierno está a punto de dar un salto al vacío. Uno que pondría el proyecto de la 4T en riesgo y tendría un costo muy alto para la izquierda.
Dejando a un lado el simbolismo que implican los orígenes familiares de Omar —que en última instancia él no eligió—, lo cierto es que sí eligió ser policía. Esa ha sido su carrera, a ello ha dedicado su vida y eso guía su forma de pensar y actuar.
En la entrevista que dio recientemente a Los Periodistas son más que evidentes las dificultades del exsecretario para hablar de otra cosa que no sea la seguridad. Simple y sencillamente carece de un discurso articulado, de una visión y un programa para la ciudad.
Los cálculos pragmáticos en política son necesarios, pero todo tiene un límite. La candidatura de García Harfuch significaría un desdibujamiento absoluto del movimiento en uno de los bastiones progresistas más importantes del país, como es la Ciudad de México.
Con un perfil así, simple y sencillamente Claudia claudica. Podrá sortear holgadamente una elección, pero empezaría su liderazgo con el pie derecho, hipotecando el futuro del movimiento y arriesgando todo un proyecto político.
Hacer candidato a Harfuch sería poner en manos de un personaje recién llegado —y cuyas verdaderas convicciones e intereses desconocemos—, los destinos de toda una ciudad, donde evidentemente el personaje se estaría posicionando como un presidenciable.
No todo triunfo es el mismo triunfo. Morena debe confiar en sus propias fuerzas. Un perfil como el de Clara Brugada, con una exitosa gestión de gobierno en Iztapalapa —la alcaldía más poblada de la ciudad— es un activo que el partido puede y debe explotar.
Si pulen al personaje, logran suavizar algunos de los rasgos que en ella se perciben como más radicales, y si ella misma acepta acercarse hacia el centro político, podría construirse una candidatura competitiva, e incluso atractiva para la propia clase media.
Pero incluso si esa opción tuviera que descartarse y fuera imperativo proyectar un perfil moderado, capaz de ser mejor recibido entre las clases medias, hay otras alternativas. Está Mario Delgado, Rosa Icela Rodríguez o incluso algún externo estilo Juan Ramón de la Fuente.
Con toda seguridad hay otras alternativas antes que tragarnos la historia del policía salvador o repetir la estrategia del político estilo “peña bombón, te quiero en mi colchón”. La izquierda se merece más que eso.