Claudia podría gobernar mejor que AMLO

Aunque Claudia Sheinbaum no tiene el liderazgo ni el arrastre popular de AMLO, hay elementos que hacen pensar que podría ser mejor gobernante, especialmente si es capaz de diseñar y ejecutar mejores programas y políticas públicas.

 

En los diálogos para elaborar el plan de gobierno, que encabeza Juan Ramón de la Fuente, se cocina algo interesante.

 

No solo se están escuchando muchas voces –incluso algunas descontentas con las que se busca tender puentes–, sino que podrían surgir diagnósticos más serios de los problemas del país, con mejores propuestas de solución.

 

Entre los cercanos a Sheinbaum hay claridad de que en ciertas áreas –como la seguridad, la justicia, la ciencia y la salud—esta administración no ha logrado los resultados deseados y hacen falta respuestas más certeras.

 

Hay otros ámbitos en las cuales podríamos ver giros interesantes en el discurso y en el programa de la 4T, como son la energía, el medio ambiente, el agua y, el más importante de todos: la salud.

 

En esas cuatro áreas se estarían incorporando saberes técnicos de autoridades en sus respectivas materias, como no necesariamente se hizo en esta administración.

 

Hablemos de la salud: La ex jefa de gobierno de la Ciudad de México parece haber entendido que en este terreno están algunas de las mayores “áreas de oportunidad”. La apuesta es por una reorganización general del sistema, donde se privilegien perfiles científicos serios, más que aquellos que buscan jugar a la política.

 

En esa lógica, no tienen cabida personajes como Juan Ferrer –quien llegó a ocuparse del INSABI por su relación personal con el presidente, sin conocer mayormente del tema–, pero tampoco un sujeto como Hugo López Gatell, con quien Sheinbaum tuvo fricciones en el pasado.

 

Por su incursión en la política, el subsecretario terminó por perder autoridad como médico y hoy no está firme ni en un terreno ni en el otro. En las reuniones más recientes ha sido claro que son otros los personajes que se están posicionando, y a quienes la futura presidenta escucha y respeta.

 

Destaca, en primer orden, una eminencia de la medicina como es el doctor David Kershenobich, quien además de ser un médico prestigiado y respetable en su especialidad, “es ajeno a las grillas”, “no hace de la salud demagogia” y “tiene ideas rectificadoras”, como le escuché decir a distintos colaboradores de Sheinbaum.

 

Según anticiparon a esta columna algunos de los involucrados en los diálogos, en la agenda sanitaria podríamos ver una completa reorganización del sistema de salud. La apuesta por alcanzar la cobertura universal descansaría particularmente en el IMSS, que ya no sería una institución volcada únicamente a atender trabajadores formales.

 

Muy probablemente, en esa institución Zoé Robledo –un funcionario eficiente en quien Sheinbaum confía—estaría repitiendo en el cargo, mientras que la Secretaría de Salud redefiniría sus funciones para convertirse en una institución fundamentalmente normativa.

 

Una de las grandes apuestas de Kershenobich es reducir la improvisación y el voluntarismo en el ámbito de la salud, apostar a la planeación, e invertir mucho más en atención primaria, a sabiendas de que es mucho menos costoso prevenir enfermedades que atenderlas.

 

Se trata, además, de evitar el personalismo, para darle sentido, vigencia y capacidad de conducción al Consejo Nacional de Salubridad, una instancia cuya existencia ha venido siendo ignorada.

 

Se auguran cambios positivos, pronto los conoceremos.