Es evidente que no hay seis presidenciables, sino solamente dos, ambos de muy buen tamaño: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.
Comenzar a barajar nombres, como lo ha hecho AMLO, obedece al menos a dos objetivos: proteger a los dos posibles candidatos de golpes como el de la Línea 12, y abrir la baraja para que los dos favoritos —pero sobre todo sus respectivos equipos— no empiecen desde ya a matarse entre sí.
A propósito, en el entorno de Ebrard existe la firme convicción de que ciertas figuras cercanas a Sheinbaum utilizaron el tema de la Línea 12 para golpear al canciller y tratar de responsabilizarlo de lo ocurrido, lo que se manifestó en la información que funcionarios del gobierno de la ciudad habrían filtrado al New York Times, como escribí (https://bit.ly/3i9AeaO). Circula incluso la versión de que el propio Presidente reprochó esa conducta a la jefa de Gobierno, e incluso ya le había pedido apartar de su equipo a uno de los instigadores.
Evidentemente, el corazón presidencial —que será determinante en la sucesión— late más cerca de Sheinbaum: su hija política, colaboradora fiel, continuadora ideológica del proyecto y una mujer indiscutiblemente de izquierda con la que muchos nos identificamos.
Sin embargo, las ambiciones presidenciales de la jefa de Gobierno están supeditadas a los resultados que su gestión tenga en la Ciudad de México, que al final del día se miden en votación efectiva o intención de voto. Y aunque en la última elección no se produjo en la CDMX la debacle que algunos quieren ver, tampoco se obtuvo un buen resultado.
De ahí que el sábado pasado, mientras Ebrard se reunía en Toluca con su equipo cercano y les compartía su deseo de ser presidente, Sheinbaum —sin hablar explícitamente de la sucesión— se reunió con más de 300 operadores territoriales en un taller de capacitación en el que discursó cerca de una hora y media.
En esa reunión, que no fue casual, la jefa de Gobierno eligió cuidadosamente sus palabras, revisó las causas del pobre desempeño electoral y dirigió un mensaje central: necesitamos reforzar la difusión de los programas federales y locales en la ciudad.
Para lograr obtener la candidatura, Sheinbaum también necesita crear una estructura de apoyo a nivel federal, similar a la que ya tiene Ebrard, y que hasta ahora no se ha decidido realmente a formar. Todo esto será importante, pues en la decisión final el presidente no escuchará solamente su corazón, sino también se guiará por la razón. En esa lógica, los resultados que muestren las encuestas que haga el propio partido seguramente serán cruciales.
En la ecuación importará también contar con un perfil capaz de formular una convocatoria aún más amplia que la que llevó al obradorismo al poder en 2018. Ante la falta de un liderazgo carismático como el de López Obrador, será necesario formar nuevas alianzas partidistas y apelar a una mayor diversidad de sectores sociales, incluida la clase media.