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Me sorprendió mucho leer dos columnas esta semana que hablaban sobre la Cumbre de las Américas y la decisión de México de no asistir en caso de que se mantenga la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Para mí, como lo escribí en mi columna de este domingo en El Universal, esta ha sido una postura digna. Incluso parece haber sido una estrategia exitosa si vemos el respaldo que ha tenido por parte de varios países más como Bolivia, Honduras, Argentina y ahora también de Chile.
Me refiero particularmente a las columnas de León Krauze, Leonardo Curzio y Enrique Quintana publicadas ayer en El Universal y El Financiero. Es realmente sorprendente ver cómo en los tres análisis se busca subordinar la política exterior mexicana a la lógica político-electoral de los Estados Unidos.
Ayer mismo leía a Enrique Quintana, un analista al que respeto, decir que si fracasa la Cumbre de las Américas “los enemigos de Biden van a aprovechar esa circunstancia para atacarlo”. Y agregaba: “Desconozco si el gobierno mexicano ha tenido algún contacto con el expresidente Trump. Supongo que no. Pero estoy seguro de que entiende perfectamente que un fracaso más de Biden en materia de política exterior fortalece al potencial contrincante del presidente de Estados Unidos en las elecciones del 2024, el expresidente Donald Trump.”
En el mismo sentido escribió Leonardo Curzio este lunes, cuando señala que la postura de México busca “debilitar, de cara a las elecciones intermedias de noviembre, la autoridad política de Joe Biden”.
Pero quien realmente parece demencial es Leon Krauze, quien ayer lunes escribió que la “decisión de presionar abiertamente a Joe Biden para que incluya a tres dictaduras en la cumbre de Los Ángeles no solo puede leerse como una apuesta definitiva a la derrota de Biden como presidente, sino al colapso del partido demócrata en las elecciones de este año y a las presidenciables de 2024”.
Creo que nuestros analistas están sobredimensionando, por mucho, el peso de México en el ámbito interno de Estados Unidos. Nunca ningún gobierno mexicano, del PRI, PAN o Morena, ha ayudado o perjudicado de forma importante en una elección de nuestro país vecino, por la sencilla razón de que al electorado estadounidense ni le va ni le viene lo que diga el gobierno mexicano.
Más allá de esto, es lamentable la colonización mental de pensar que México debe regir su política exterior de acuerdo a los tiempos electorales de Estados Unidos o con lo que le convenga o deje de convenir al partido Demócrata o al Republicano, porque no se vaya a enojar el señor Biden, o porque no vaya a ser que su partido pierda en Florida, como escribe Krauze Jr.
Aunque ni Krauze, ni otros analistas lo digan, es claro que en realidad el gobierno de Joe Biden es el que está tratando de supeditar la Cumbre de las Américas a la coyuntura electoral, igual que alguna vez Trump usó a México para hacer campaña. Por cierto, varios analistas se quejaron mucho de que entráramos al juego de Trump, muchísimo. ¿Por qué ahora debiéramos entrar en el juego de Biden? ¿Porque Biden les cae mejor que Trump?
Al final, es el propio Estados Unidos el que está tratando de aprovechar políticamente la Cumbre de las Américas, al excluir a tres países de una reunión continental, supuestamente como una forma de abogar por la democracia en el terreno internacional, cuando en realidad está queriendo quedar bien con cierto electorado anticomunista de los Estados Unidos, especialmente en la Florida.
Es una postura un tanto inservible esta que está asumiendo el gobierno de Biden que, por cierto, es muy distinta a la que en su momento tuvo Obama. Como si un país fuera a cambiar su gobierno o su sistema político porque Estados Unidos lo excluye de una cumbre. Si esta reunión internacional en Los Ángeles le está costando políticamente a Joe Biden no será por la posición mexicana ni por López Obrador.
Si Estados Unidos actúa conforme a su propia lógica e intereses, México debería hacer lo mismo. Y en este ámbito nuestra política exterior, salvo durante el sexenio foxista, ha sido consistente en defender el derecho de Cuba y otros países a formar parte de los foros internacionales, desde que en 1962 votó en contra de la expulsión de Cuba de la OEA.