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El aborto del Frente Amplio

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El aborto del Frente Amplio

Pareciera un principio evidente de cualquier elección que, una vez establecidas las reglas, estas no se cambian a conveniencia a mitad del juego. Aun así, eso es lo que ocurrió en la contienda para nominar la candidata del Frente Amplio por México.

Según la convocatoria, una vez concluida la consulta prevista para el domingo 3 (que valía 50%) se iba a abrir un sobre que contenía el resultado de la última encuesta del Frente (que valía otro 50%). Ahí se sabría quién era el ganador o ganadora.

No fue así. Decidieron abortar el proceso y publicar días antes el resultado de la encuesta, tomándola como única referencia para declarar ganadora a Xóchitl Gálvez.

La candidatura de esta última, por tanto, es un triunfo a medias, producto de un proceso truncado que le resta legitimidad. El desenlace hace pensar que se incurrió en la simulación y en la búsqueda de imponer su candidatura a cualquier precio.

La decisión, lo sabemos bien, fue tomada por un conjunto de patriarcas (los jerarcas del PRIANRD) que se pusieron de acuerdo entre sí y terminaron por utilizar a dos mujeres como sus instrumentos.

A Beatriz la marginaron, sin permitirle competir. La dejaron fuera a la mala, después de haber hecho la más consistente y propositiva de las campañas, con trabajo político y territorial real.

Pero a Xóchitl también la perjudicaron, pues en vez de dejarla ganar por sí misma, le resolvieron las cosas como si no fuera capaz de hacerlo sola. Sobre su media victoria pesa ahora la sombra del descrédito y la imposición de la partidocracia y los grupos de poder fácticos.

Nunca sabremos realmente quien habría ganado el proceso.

No olvidemos que la primera encuesta que realizó el Frente le daba a Xóchitl apenas una ventaja de 3.2 puntos sobre Beatriz, en vivienda. La ventaja de la panista sobre la priista se dio sobre todo en encuestas telefónicas, cuya confiabilidad es menor.

Por eso, a pesar de la ventaja de 15 puntos que Xóchitl tenía sobre Beatriz, en la última encuesta del Frente, Beatriz estaba bien posicionada para sacarle un susto a Xóchitl en la consulta.

De los 450 mil que firmaron para respaldar, al menos 250 mil eran fácilmente identificables y ubicables, según el equipo de la tlaxcalteca, el cual tenía una buena capacidad para movilizar a sus seguidores en el terreno.

Muy distinta era la situación de la hidalguense, cuyos simpatizantes están mucho más dispersos, pues buena parte de ellos los obtuvo recientemente a través de las redes sociales y es gente que está lejos de poder movilizarse para ganar una elección.

Siguiendo las reglas con las que fue concebido el proceso, el inesperado crecimiento de Beatriz complicó la elección, ya que el comité organizador no había previsto una solución para el caso de que una candidata ganara la encuesta y otra la consulta.

Por lo visto, semejante escenario empezó a visualizarse en algún momento y los dirigentes partidistas, junto al grupo de empresarios que financian a Gálvez Ruiz, tuvieron miedo de que su candidata perdiera.

Es probable también, como señalan algunas fuentes, que desde el año pasado existiera un acuerdo entre Alito Moreno y Marko Cortés para que el PRI se llevara las candidaturas a gobernador en Coahuila y Estado de México, y el PAN llevara mano en la Presidencia y la Ciudad de México. Un triunfo priista ahora venía a descuadrar esos arreglos.

Fue así como la dupla Alito-Cortés no tuvo otra alternativa que imponer una decisión cupular, sin importar que defraudaran a más de dos millones de personas que creyeron en su proceso “ciudadano”.

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El efecto Xóchitl Gálvez

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El efecto X

La cada vez más plausible candidatura de Xóchitl Gálvez es la idea más inteligente que hasta ahora ha surgido de nuestra errática oposición. Estamos ante un perfil que probablemente no hubieran dejado llegar a donde hoy está, de no ser porque el llamado Frente Amplio por México carece de otra cara competitiva y a la vez presentable.

Hay que reconocer que no se trata de una mala candidatura: es un buen perfil dentro del limitado menú de opciones existentes. Xóchitl tiene calle, frescura, autenticidad, carisma, no es fácilmente asimilable a la clase política tradicional, cae bien y puede capturar el voto de cierta clase media desencantada con AMLO.

Por momentos podría fintar con la capacidad de rebasar por izquierda, particularmente al defender una agenda progresista en temas sociales, ambientales, etc. (aunque no necesariamente en lo económico).

La 4T hubiese estado infinitamente más cómoda de enfrentar en 2024 a una caricatura folclórica de la oposición, como Lily Téllez, que tan sólo hubiese apelado a representar a los odiadores del gobierno actual.

La posible candidatura de Xóchitl, sin embargo, no solo vuelve un poco menos predecible el resultado, también desafía a un oficialismo que ya no podría sentirse tan cómodo y seguro.

Discutir si Xóchitl es o no indígena, si es o no pueblo o si fue o no troskista en su juventud es un tanto inútil. La historia de este personaje no es una invención repentina para convertirse en la abanderada del Frente Amplio por México. Distorsionada o no, es la que ella ha contado tiempo atrás.

Para contrarrestar el efecto X la 4T debe ir más allá de una discusión identitaria en torno a una persona. Dos son los temas de fondo que en 2024 habría que enfrentar: el primero es el paquete que acompaña a Gálvez, lo que está detrás de ella (sin machismos de ningún tipo, pues lo mismo debiéramos cuestionar si fuese un hombre).

Es reduccionista pensar que Claudio X. González –que en las fantasías del presidente controla a la totalidad de la oposición—imaginó e impulsó solo la candidatura de Gálvez. Sin embargo, es evidente que el sustento de esta candidatura no está solo en un grupo de ciudadanos que de pronto se volvieron xochitllovers.

Sin restarle méritos personales, esta es la candidatura que más conviene al empresariado anti-4T y a las cúpulas partidistas. Xóchitl, en ese sentido, es su única y posible cara decente, pero también el vehículo a través del cual se colarían al Congreso un conjunto de personajes indecentes vinculados al antiguo régimen.

Para comprobarlo, basta con preguntarle con quién gobernaría en caso de llegar al Congreso. Su respuesta –“con los más capaces y los mejores” (o “sin pendejos, huevones ni rateros”)— ya la vivimos en tiempos de Fox. Y así nos fue.

Para enfrentar el efecto X habría que polemizar con sus ideas echeleganistas, su planteamiento de que la división entre izquierdas y derechas es irrelevante, que los apoyos sociales deben ser “temporales” o que los incrementos al salario mínimo no son resultado de una política pública, sino mérito de los empresarios que lo pagan, por dar solo algunos ejemplos.

La irrupción de Xóchitl Gálvez en el escenario sucesorio plantea un desafío interesante que coloca a la 4T ante la necesidad de afinar su agenda, defender sus avances con más y mejores argumentos y, probablemente, correrse más a la izquierda para diferenciarse. Al final, no es una mala noticia y hará del proceso electoral del año próximo algo más interesante de lo que hasta ahora se vislumbraba.