La discusión del 6 de junio le ha puesto escasa atención a Nuevo León. Sin embargo, no es menor que un personaje al que se minimizó y despreció haya logrado obtener una victoria electoral tan contundente, situándose más de nueve puntos por encima de su principal rival.
Desde los círculos intelectuales y periodísticos subestimamos una y otra vez a Samuel García. Pero resulta que ese frívolo jovencito que navega con bandera de tonto es más inteligente y políticamente hábil de lo que parece.
Además de una gran estrategia de marketing y un buen manejo en redes, desde el primer momento Samuel y su equipo leyeron lo que estaba en juego; supieron plantear una narrativa clara y convincente: la nueva política, de la que se apropiaron, contra la vieja política enarbolada por sus rivales.
Pero Samuel García supo también hablarle a un electorado de clase media aspiracional (ese que se identifica con “los de arriba”, como diría AMLO), un sector para el cual este Presidente es visto como una amenaza a sus valores.
En contraste, la campaña de Clara Luz Flores fue errática e incurrió en un error tras otro. Y aunque no era fácil seducir con las siglas de Morena a un electorado tan alejado de la izquierda, su desplome hasta el cuarto lugar pudo evitarse.
Lamentablemente, los consultores que llegaron de la Ciudad de México a conducir la campaña de Clara Luz no conocían a ese electorado ni sus particularidades.
Se creyeron muy chingones aplicando modelos y fórmulas aprendidas en otros lugares, como si pudieran generalizarse. Pensaron que gran parte de la tarea consistía en asociarse a López Obrador.
Probablemente, una de las decisiones más equivocadas consistió en morenizar la disputa.
Porque si el Presidente tomó la pragmática decisión de elegir un perfil como ese, fue porque la marca morenista jugaba en contra y no había opciones más competitivas en el horizonte.
Como lo reconoció a esta columna uno de los estrategas de Clara Luz, de muy poco sirvió en Nuevo León presumir los programas sociales de López Obrador, o incluso decir que estos podrían estar en riesgo en una sociedad en la que el porcentaje de familias que los reciben es bastante bajo comparativamente.
Mucho más útil resultó regionalizar la elección, adoptar un tono federalista, exigir una revisión del pacto fiscal —porque sabemos que en campaña prometer no empobrece—, e incluso ofrecerle a quienes se identifican como de clase media el discurso antisistema que esperaban.
Mal haría Morena en eludir una necesaria reflexión sobre esta elección. Descifrarlo es relevante, porque una parte importante de la política nacional —la que ha mostrado ser capaz de movilizar a las clases medias aspiracionales y convencerlas de salir masivamente a votar— podría avanzar en esa dirección en los años venideros.