Hernán Gómez Bruera
El tema Julio Scherer no es un invento del periódico Reforma, que el domingo pasado lo llevó a ocho columnas dándole gran visibilidad. Tampoco surgió como un ataque de los conservadores para desprestigiar a la 4T, como muchos simpatizantes y militantes del obradorismo podrían suponer. Sabemos que esas prácticas han sido recurrentes y que tratarán de explotar también este caso para golpear al presidente. Sin embargo, esta vez las cosas son diferentes.
Con el paso del tiempo, se siguen acumulando evidencias sobre la red de corrupción alrededor de una serie de despachos privados y la Consejería Jurídica de Presidencia, cuando Scherer estaba al frente.
Todo empezó con las acusaciones del abogado Paulo Díez Gargari (insisto, no empezó con una nota de Reforma), quien en octubre de 2021, se atrevió a romper el silencio sobre lo que era un secreto a voces, con el fin de denunciar en el programa de Carmen Aristegui que el litigante Juan Antonio Araujo, socio de Scherer, había utilizado su cercanía con el ex consejero jurídico para frenar las investigaciones sobre las irregularidades en el Viaducto Bicentenario, obra del Estado de México construida bajo el gobierno de Peña Nieto a cargo de la empresa Aleática, antes OHL.
Pero la acusación de Diez Gargari iba más allá, en el sentido de que el consejero recomendaba ciertos despachos –no solo al de Juan Araujo– para interceder, a cambio de grandes sumas de dinero, a favor de personas o empresas con importantes procesos judiciales. Esto fue denunciado públicamente por el abogado Díez Gargari desde octubre y recientemente presentó una denuncia ante la Fiscalía General de la República en diciembre.
Ahora nos venimos a enterar, además, que en diciembre del año pasado la Fiscalía General de la República recibió una denuncia del abogado Juan Collado, quien está preso en el Reclusorio Norte desde julio de 2019, donde describe un esquema de corrupción que coincide plenamente con el que en su momento dio a conocer Paulo Diez. En la denuncia, que la Fiscalía presentó ante un juez, se acusa a esta serie de abogados estrechamente ligados a Scherer de haberlo extorsionado.
Según la denuncia, se le dijo a Juan Collado que la única forma para que pudiera escapar de la pena de prisión era vender una empresa de su propiedad, Caja Libertad, a un precio muy por debajo de su valor en el mercado, nada más y nada menos que a un amigo de Scherer, Julio Villareal, a quien en el pasado le pidió dinero para financiar una campaña.
Además, en otro episodio más de esta extorsión, Collado denuncia haber tenido que dar 10 millones de pesos en efectivo para que la Unidad de Inteligencia Financiera frenara una investigación en su contra, y otro millón 300 mil pesos para que el consejero jurídico, Julio Scherer, intercediera por él y evitara la cárcel.
La Fiscalía General ya recibió la denuncia de Collado y reunió las pruebas que acreditan que efectivamente existen elementos para pensar que esas extorsiones sí tuvieron lugar, razón por la cual decidió judicializar el caso.
Pero hay que insistir, no se trata solo de Juan Collado. Recientemente ha trascendido en medios (https://bit.ly/3sDZkov) que se suma otra posible denuncia de Alonso Ancira, quien fuera dueño de la empresa Altos Hornos de México y quien también está preso desde 2019 por la venta a sobreprecio de la planta Agronitrogenados que compró Pemex bajo la dirección de Emilio Lozoya.
Alonso Ancira, según ha dicho su abogado, también está analizando la posibilidad de denunciar a Scherer Ibarra y sus abogados cercanos por un delito de extorsión muy similar al de Collado. Al parecer, Ancira habría pagado 7 millones de dólares al mismo grupo de abogados cercanos a Julio Scherer. Lo que resulta muy interesante observar es que aquí también hubo una operación para obligar a este empresario a venderle Altos Hornos nada más y nada menos que a Julio Villarreal, al mismo empresario antes mencionado.
No se trata de venir a defender a Juan Collado o a Alonso Ancira, que naturalmente están muy lejos de ser un par de santurrones. Pero es evidente que aquí hay un modus operandi similar, donde Julio Scherer y sus abogados buscaron embolsarse grandes sumas de dinero de forma ilícita, e incluso apropiarse de una serie de empresas –en este caso Caja Libertad y Altos Hornos– para adueñárselas, ya sea bajo un prestanombres o entregándoselas a alguien cercano con quien podría haber un negocio.
El escándalo en torno a esta presunta red de extorsión está escalando. Cada vez se suman más evidencias e incluso ya hay rumores de que las denuncias en contra de Julio Scherer Ibarra pueden llegar hasta la justicia de Estados Unidos y que se pueden sumar otras denuncias, por ejemplo, ya suena el nombre de Gonzalo Gil White, de la empresa Oro Negro, quien enfrenta cargos por operaciones con factureros.
Además, hay otras cuatro denuncias ya presentadas –Cruz Azul, Álvarez Puga, Gómez Mont y la de Díez Gargari– y otras que podrían eventualmente estallar. Esquemas más o menos parecidos de extorsión y/o tráfico de influencias podrían haber ocurrido con Interjet, Zebadúa, y las demás que muy probablemente irán saltando una vez que crezca el número de afectados se atrevan a romper el silencio.
Por lo pronto, el juicio a los abogados de Scherer por el caso Collado ya está en puerta. La primera audiencia tuvo lugar el pasado lunes y se difirió para la semana siguiente. El caso va en serio, el fiscal Manuel Granados Quiroz fue bastante duro, e incluso adelantó que pedirán 40 años de cárcel contra los abogados. Parece un fiscal que desea llegar hasta el fondo del asunto.
La investigación en torno a esta red de corrupción, que de pronto remite a la forma de operar de ciertos grupos de la mafia, apenas está comenzando. No tengo dudas de que en las próximas semanas y meses se irán ventilando más evidencias sobre este que puede ser el peor caso de corrupción en la 4T.
Finalmente, quiero hacer una reflexión personal, como simpatizante del obradorismo: cuando ganó López Obrador sabíamos que sería difícil desterrar la corrupción de tajo. Pensar que un cáncer como este podía extirparse de un día para otro, sería llamarse a engaño.
La posibilidad de que eventualmente estallara un escándalo de corrupción en las propias filas de la 4T no podía descartarse. Finalmente, la corrupción existe en todos los gobiernos. La diferencia radica en lo que se hace con ella una vez que se encuentra con ella: se tolera y queda en la impunidad o se le pone un alto de forma decisiva.
Por eso estoy convencido de que hoy la 4T está frente a uno de sus mayores retos y tiene una oportunidad única para dar un golpe a la corrupción dentro de sus filas.
Es difícil aceptar que alguien tan cercano se corrompió. Creo que el presidente difícilmente lo hará porque eso le daría armas a sus opositores para buscar debilitarlo. Sin embargo, entre los círculos gubernamentales se sabe que Julio Scherer Ibarra traicionó su confianza y que en gran medida por eso salió del gobierno.
De hecho, todavía cuando estaba en la Consejería Jurídica ya se conocía entre susurros que existía esa red de corrupción alrededor de Scherer Ibarra. Yo mismo escribí sobre el tema en septiembre del año pasado, en una serie de artículos (https://bit.ly/3IIaGxh). Con todo, me gustaría ver al presidente tomar una actitud distinta a la que ha asumido hasta ahora para hablarle al pueblo con la verdad y no tratar de tapar lo que sucedió.
Es triste que uno de los hijos del gran periodista Julio Scherer García, quien además fue un gran amigo del presidente, no haya estado a la altura del encargo. Es realmente triste que Julio Scherer Ibarra, uno de los hombres de mayor confianza del presidente lo traicionara de esa forma y utilizara su puesto para hacer negocios y enriquecerse, comprometiendo así el legado de López Obrador.
La 4T es un movimiento amplio y complejo donde entró mucha gente. Obviamente adentro hay de todo y es innegable que también se colaron varios corruptos para hacer negocios. Gente que pensó que el discurso de honestidad del presidente no iba en serio. Por eso creo que el obradorismo no debería defender a esos personajes sólo porque están o han estado bajo el mando de la 4T.
Reconocer que hubo un caso de corrupción en las propias filas no sería una muestra de debilidad, sino de fortaleza. Incluso podría ser una muestra de alta calidad moral que revitalizaría el ímpetu en la lucha contra la corrupción en este país. Más aún, podría ser una oportunidad para mostrar que la 4T va en serio y mandar una señal a otros funcionarios que todavía no entienden que las cosas han cambiado. Que quien quiera llenarse los bolsillos de dinero mejor se vaya a otro lado.
Me parece, además, que estamos ante una oportunidad única para entrar a reformar de una vez por todas y de fondo el Poder Judicial en México, un poder que indudablemente tiene partes muy podridas. Ojalá el caso de Scherer Ibarra logre eventualmente detonar un maxiproceso que sirva realmente para sanear al Poder Judicial, que sin duda es una materia pendiente. Porque no puede haber democracia ni Estado de derecho ni justicia social con un Poder Judicial como el que hoy tenemos.
La 4T no sólo es el gobierno, Morena o López Obrador, son también los millones de simpatizantes que creen que el país puede cambiar. Harían mal militantes y seguidores de la Cuarta Transformación en voltear la vista hacia otro lado, en negarse a ver que también dentro de las filas propias puede haber casos de corrupción.
Sería un grave error que sean esos mismos militantes y simpatizantes los primeros en minimizar este caso o salir a defender a Julio Scherer Ibarra. Unos y otros, en todo caso, deberían entender que es necesario deslindarse de este personaje cuanto antes.
Yo nunca he ocultado mi simpatía política. Me considero obradorista, pero si ser obradorista es defender o comulgar con Scherer, que me borren de la lista.