Recordarán algunos aquella forma que teníamos cuando éramos niños de jugar a las adivinanzas. Al acercarnos a la verdad o al objeto escondido, nos guiaban con un “caliente, caliente”; al alejarnos, con un “frío, frío”.
La búsqueda de actos de corrupción a veces se acerca a la realidad y otras aporta solo vagos indicios. Unas veces las investigaciones resultan en lo frío, otras en lo caliente. Poco tiene que ver la estridencia y el sensacionalismo.
Si repetimos nuestros juegos de la infancia, ante la investigación de la casa de la nuera del presidente cabría decir “frío, frío” —si acaso tibio—; si se trata de esa red de abogados socios de Scherer, y la caja de Pandora esto abre, debiéramos decir: “caliente, caliente”.