El mirrey que quiso ser virrey

Al cierre de esta columna todavía no es claro el desenlace de la tragicomedia neoleonesa. Aun así, resulta evidente que la ambición de Samuel García, motivado y secundado por Dante Delgado, ha llevado a una grave crisis institucional por la irresponsabilidad con la que estos personajes decidieron aventurarse hacia una arriesgada e ilegal apuesta política.

Movimiento Ciudadano —que siempre se rasga las vestiduras para defender la democracia, la legalidad y la división de poderes— decidió promover la candidatura de un personaje que, en su apetito de querer serlo todo, actuó como un aspirante a virrey… pero las cosas no le salieron.

Por sus pistolas —cual cacique—, Samuel buscaba imponer a un sucesor que le cuidara el changarro, mientras él se divertía con el nuevo juguete de su candidatura presidencial.

Sin negar la serie de ilegalidades en que también incurrieron los diputados locales del PRIAN, lo cierto es que la Constitución del estado es muy clara en su artículo 122: si la licencia que se solicita es por más de 30 días, el Congreso o la Diputación Permanente es quien se encarga de nombrar al interino.

Solo en los deseos caprichosos del joven García está escrito que el elegido para suceder a un gobernador constitucional debía ser una persona de su agrado o de su mismo partido.

Por lo demás, ¿cómo podrán ahora Samuel y los emecistas decirse demócratas y defensores de la legalidad, tras promover una acción de corte trumpista/bolsonarista como la toma violenta del congreso estatal?

Siempre he pensado que Movimiento Ciudadano tiene la oportunidad de ser un partido programático de corte progresista, y erigirse en una tercera vía con el potencial de avanzar una agenda que se distinga del tipo de causas que suelen impulsar los partidos más grandes.

El partido podría ofrecer una alternativa a un electorado de centro izquierda progresista que no se identifica ni con la 4T ni con PRIAN. El trabajo de algunos parlamentarios de MC —como Patricia Mercado, Clemente Castañeda, Jorge Álvarez Maynez o Salomón Chertorivski— así lo sugiere.

Pero en lugar de apostar por una construcción de mediano y largo plazo —que podría refrescar un debate público viciado y polarizado—, el apetito de poder y el hiper pragmatismo electorero de Dante terminó por imponerse para privilegiar una estrategia que busca crecer rápido, a cualquier precio.

La apuesta de MC por un personaje como Samuel se antojaba racional, en la medida que tenía potencial para captar el voto del norte del país y del segmento juvenil. Aún así, era una candidatura que venía a contradecir y poner en tela de juicio todo lo medianamente rescatable que ha distinguido a ese partido en el debate público.

En este escenario, Movimiento Naranja se exhibió como una fuerza que se define como progre y socialdemócrata, pero cuyo candidato a la presidencia —no lo olvidemos— llegó a decir estupideces tan grandes como que “hay gente valiosa que vive con un sueldito de 40 mil pesos y es feliz”.

El mismo partido que tantas veces se ha dicho “feminista” no tuvo empacho en postular a un típico machín norteño que públicamente bromea con decirle “piruja” a su esposa y la llama a taparse las piernas.

De confirmarse que aquí termina la aventura de Samuel, ojalá que los naranjas puedan buscar una candidatura más congruente con su propio discurso y lanzar una apuesta de construcción más consistente en el mediano plazo.