El atentado que presenciamos este fin de semana en contra de Donald Trump es una muestra de la violencia política y polarización extrema que se ha apoderado de un sector de la sociedad estadounidense.
Para muestra, una encuesta de Marist Poll de mayo de este año muestra que el 47% de los estadounidenses considera probable vivir lo suficiente para presenciar una nueva guerra civil.
Para calcular el grado en que ha escalado la tentativa de violencia en Estados Unidos, hay que recordar que tan solo en 2023 la Policía del Capitolio investigó 8,008 casos de amenazas que involucraban a miembros del Congreso.
Otro dato que contribuye a comprender esta situación es el hallazgo de un estudio de Injury Empidemiology publicado en mayo acerca de la evolución del apoyo social a la violencia, donde se encontró que 21% de los estadounidenes cree que la violencia está justificada siempre y cuando se emplee para promover un objetivo político importante. Al mismo tiempo, 11% cree que la violencia “a veces” o “siempre” se justificaría si en el contexto actual se empleara para devolver a Trump a la presidencia.
Es cierto, estamos ante una minoría. De hecho, el gran problema hoy en EU es que el 51% de las personas no se identifican con ninguno de los partidos. Lo que sugiere que el gran tema de la sociedad norteamericana es la apatía o el desinterés frente a la política y los políticos, al mismo tiempo que la radicalización de ciertas minorías que tienen secuestrada la política, y ahuyentan al resto de querer participar en ella.
Con los sucesos de este fin de semana Trump está en mayores posibilidades de ganar la elección de lo que ya estaba. Así lo sugiere la experiencia histórica, pues atentados de esta naturaleza benefician políticamente a las víctimas, quienes suelen saber capitalizarlos en su beneficio.
Así ocurrió con Ronald Reagan cuando sufrió un atentado 70 días después de iniciar su presidencia, cosa que le significó un aumento en su popularidad de 8% y, según algunos analistas, incluso le ayudó a asegurar su segundo mandato, cosa difícil de comprobar.
Según el portal Metaculus, antes del atentado, las casas de apuestas le daban a Trump 57% de probabilidades de ganar y las predicciones rondaban en un 65%. Después del ataque, estos números subieron a 63% y 72%, respectivamente.
Al mismo tiempo, en cuestión de horas luego del atentado, los pronosticadores de Metaclus bajaron la probabilidad de una victoria de Biden del 47 al 20%. En otras palabras, el republicano nunca había sido tan favorito, ni siquiera antes de ganar en 2016.
Desde luego esto le resta importancia a la cuestión demócrata. Si antes del atentado el centro de la discusión era si Biden debía ser el candidato demócrata ahora esa variable dejó de tener sentido. Pues claramente Trump se ha afianzado como el claro favorito a ganar las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Y es que incluso toda la escena da mucho que explotar políticamente. La secuencia de fotos que muestran cómo salvó por poco su vida, incluso los reflejos políticos del republicano para tras el ataque levantar el puño con la bandera de fondo y gritar “fight, fight, fight!” son tan cinematográficas que parecieran hechas a la medida del pueblo norteamericano.
A menos que pase algo extraordinario, Trump será el próximo presidente del país más poderoso del mundo. Esto tendrá múltiples consecuencias para México y para el mundo.
Una de las muchas incógnitas que nos deja este episodio es si se reabrirá en Estados Unidos la discusión acerca de la viabilidad de su política hacia las armas, sobre todo ahora que la clase política ha salido afectada. Sería el mejor legado para ese país y para el mundo, y por supuesto para México, del atentado en contra de Trump.