Morena tiene un camino seguro hacia la victoria el próximo domingo 5 de junio. Lo anticipó el propio Marko Cortés en noviembre del año pasado, cuando en una filtración lo escuchamos decir que su partido solo tenía seguro el triunfo en Aguascalientes.
Hoy vemos que incluso en ese bastión panista se ha cerrado de forma sorprendente la distancia entre la candidata del albiazul, Tere Jiménez, y la morenista, Nora Ruvalcaba.
Según El Financiero, la distancia de 22 puntos que había al principio de la contienda se cerró a nueve el pasado mes de abril. Incluso Demoscopia pone hoy empate técnico en Aguascalientes.
En Durango, el panorama es aún menos esperanzador para Va por México, donde Esteban Villegas, claro favorito al inicio de la campaña, perdió mucha ventaja que tenía sobre Marina Vitela: la distancia se redujo de 12 a tres o cuatro puntos. Esa elección incluso podría ser dirimida en tribunales.
En los otros cuatro estados, Morena tiene triunfos prácticamente seguros. Lo que va a pasar en Hidalgo, donde Julio Menchaca aventaja por nueve puntos sobre Carolina Viggiano, es histórico. Se trata de la única entidad, junto al Estado de México y Coahuila, donde no ha habido alternancia política en 93 años.
En Tamaulipas, el morenista Américo Villarreal le ganará fácilmente a César Verástegui, alias “El Truko”, secretario de gobierno con Cabeza de Vaca, por unos nueve puntos.
Finalmente, están los estados donde los partidos de oposición no van en alianza: En Quintana Roo, Mara Lezama, de Morena, lidera las preferencias por casi el doble de su contrincante. Caso similar ocurre en Oaxaca, donde Salomón Jara también dobla en intención de voto a su más cercano competidor, el priísta Alejandro Avilés.
Con las victorias guinda en Oaxaca e Hidalgo, el PRI quedaría reducido a su mínima expresión en términos territoriales, con solo dos entidades para gobernar: Edomex y Coahuila. Si el tricolor pierde esas dos el año próximo, cuando irán a elección, habrá sufrido una herida mortal. Qué bonito.
Al perder Tamaulipas, el PAN se quedará con sólo seis estados. Si además pierde Durango se quedaría con sólo cinco entidades (Chihuahua, Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes y Yucatán).
El panorama es muy distinto para Morena, que pasaría de gobernar quince a diecinueve estados, pudiendo incluso llegar a veinte. Indiscutiblemente, esto convierte al partido del presidente en una fuerza política hegemónica. Atendiendo a su corta vida, es sorprendente que esta fuerza gobernará dos tercios de las entidades federativas.
En suma: el próximo domingo veremos una gran victoria para Morena y un desastre anunciado para la oposición; uno tan grande que incluso podría llevar a replantear la utilidad de Va por México, ahora que la figura de Alito Moreno ha caído en el más absoluto descrédito y el solo rostro de Marko Cortés resulta difícil tomar en serio.
Si en 2021 la Alianza tuvo resultados mixtos que le permitieron ver el vaso medio lleno –con su avance en la Ciudad de México y algunas urbes del país–, en estas elecciones de 2022 las cosas no parecen anunciar una cosa semejante.
Por ello estos comicios le servirán a los partidos de oposición para hacer cálculos y nuevas proyecciones. Quizás a partir del 2 de junio encuentren más útil tratar de reconstruir sus organizaciones individualmente, en vez de apostarle a un orgía política que los desgasta, los hace parecer iguales y no necesariamente les suma electoralmente.