Entre palmeras y feminicidios

Hernán Gómez Bruera

Este fin de semana hubo dos conversaciones en las redes sociales que ilustran hasta qué punto están situadas o mal situadas las prioridades en nuestro México: de un lado vimos la indignación colectiva que llevó a una marcha de unas mil quinientas mujeres que se manifestaron en contra de un feminicidio, uno más; del otro lado, un pequeño grupo se lamentaba en redes sociales ante de una palmera. Sí, una palmera muy particular, con una historia legendaria y todo lo que se quiera argumentar, pero una palmera al fin y al cabo. 

Estas dos muestras de indignación exhiben un México de realidades paralelas, donde lo que está en juego de un lado es la vida humana y del otro las preocupaciones más intrascendentes y banales. 

Las mujeres habían salido a manifestarse por el terrible caso de Debanhi Escobar, esa joven de 18 años que desapareció en Monterrey el 8 de abril, y más tarde fue encontrada asesinada, supuestamente en la  cisterna en un hotel, muy cerca de donde fue vista por última vez.

El caso nos ha dejado a todos estupefactos porque nos recuerda la manera en que las mujeres son violentadas y ultrajadas todos los días en este país. Nos pone una vez más, cara a cara, frente a esa espiral de violencia de la que no podemos salir, y que sigue siendo una deuda pendiente.

Llama la atención que en un país en el que murieron casi 3,500 mujeres asesinadas el año pasado, y donde 86% del territorio está bajo alerta de género algunos hayan pensado que lo importante este domingo era salir a conmemorar la vida de una palma o usarla como caballo de batalla contra Claudia Sheinbaum. Sí, una palma que vivió en el Paseo de la Reforma más de cien años y que por causa de un hongo está muriendo. 

A algunos esto les pareció muy importante porque esta palma, que dio nombre a  una de las glorietas más importantes de la ciudad, representaba un símbolo para la capital y un largo etcétera. Ciertamente hay que respetar a los arbolitos y las plantas, cuidar de la herbolaria, amar a los vegetales, a las flores y a los frutos, pero ponerse a protestar por una causa así o incluso salir a la calle por ese tema, en un país como este, resulta extravagante y risible. 

Fue un tanto surreal ver cómo el domingo había quienes despedían  entre aplausos una palmera, mientras del otro lado un grupo numeroso de mujeres indignadas marchaban por el caso Debanhi. Quizá el gobierno de Claudia Sheinbaum debió posponer esa ceremonia a la Palma, en consideración a esa marcha por Debanhi.

Pero además, fue lamentable que la oposición usara el asunto de la palmera como tema como bandera para atacar políticamente, mostrando su frivolidad. Por ejemplo, la senadora Mariana Gómez del Campo tuiteó: “Muy buenos días desde una Ciudad de México en donde el gobierno se olvidó de cuidar la PALMERA de más de 100 años de Paseo de la Reforma. Imagínense si @Claudiashein no puede con una palmera ahora pretender gobernar el país… ¡Desastre! El homenaje es el colmo del CINISMO”. O Enrique Krauze, quien más dramáticamente dijo: “Que el lugar Palmera de Reforma lo ocupe el vacío. El dolor por haberla dejado morir es el mejor homenaje.”  O Marco Levario Turcott, quien dijo “Casi 200 palmas han muerto en la CDMX porque no has podido controlar el hongo que las seca y ahora quieres rendir un cursi homenaje a una palma que no supiste cuidar. Pero no has recordado a las 26 víctimas de la L12 de lo que llamas incidente.” 

Al final, la imagen de este domingo de unos preocupados por la palma y otras por los feminicidios muestra los intereses que animan a sectores tan distintos. Por un lado, una clase media –pro y anti 4T– que vive en una burbuja y son capaces de gastar un domingo para venerar una palmera, y del otro lado, las mujeres que salieron a protestar por la violencia que no deja de azotar al país. Uno grupo al que le gusta vivir en una realidad paralela y se regocija en preocupaciones propias de un país como Noruega o Dinamarca, y otro que no tolera ya la violencia que está destruyendo a nuestro país.