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Algo no está entendiendo la comentocracia

El primero de diciembre, alrededor de 250 mil personas –gente proveniente de diferentes partes del país– se dieron cita para escuchar y apoyar al presidente de la República. 

La comentocracia no tardó en salir a cuestionar y desmeritar el acto multitudinario que tuvo lugar en el Zócalo de la Ciudad de México, cuando AMLO cumplió tres años de mandato. 

En un artículo publicado en el Washington Post, Denisse Dresser acusó a AMLO de mentirle al pueblo de méxico, pues según ella a pesar de su popularidad “rubro tras rubro su gobierno ha resultado ser una lamentable traición”. Así como se lee: para Dresser, AMLO es un “lamentable traidor”. 

Una vez más vemos a una parte de la intelectualidad escupir su desprecio y mostrarse incapaz de hacer una reflexión de utilidad pública. Una vez más vemos como a buena parte de los opositores a este gobierno el desprecio a Lopez Obrador no los deja pensar bien ni  hacer juicios medianamente ponderados.  

Probablemente nunca antes había sido tan grande la distancia entre las opiniones de los “comentócratas” y los medios, frente a los sentimientos de las grandes mayorías. 

Y es que a pesar de la alta popularidad del presidente, quienes se dedican a vivir de sus opiniones gastan argumentos en pintar una realidad sobre el gobierno de AMLO que poco o nada le dice a la mayor parte de la población. 

Lo más impresionante es que esa comentocracia no es capaz de defender un sólo logro de este presidente; algunos ni siquiera reconocen los incrementos en el salario mínimo, como si estos no hubiesen requerido de una voluntad por parte del gobierno en turno.  

Llama la atención que toda esta comentocracia sea incapaz de explicarse el porqué la gente apoya a López Obrador y sólo alcancen a decir que su popularidad se basa en el dinero que dan a los ciudadanos o que llena el Zócalo porque trae gente “acarreada”. 

Habría que deconstruir ese término que suele usarse de forma generalizada, sin rigor y con una gran carga de prejuicio.

¿Acarreados son quienes no tienen auto particular porque no les alcanza y alguien les ayuda a llegar juntos en un autobús? ¿Eso está necesariamente mal? ¿Acarreados quiere decir que por esa condición carecen de  convicción? ¿Que sólo vienen por una torta o un beneficio material en particular?  ¿Que no los puede animar una causa ni una creencia?

Un reportero de Animal Político –no precisamente un medio afín a Lopez Obrador–, se acercó a preguntar a las personas de diferentes estados de la República que se dieron cita en el Zócalo por los motivos que los animaban. La respuesta común fue que venían voluntariamente a apoyar al presidente y a su gobierno. 

Los datos también muestran esta realidad, ya que según Consulta Mitofsky, las simpatías del presidente López Obrador tienen un fuerte arraigo social, con 82.9% de aprobación de campesinos, 72% de las personas que trabajan de manera informal; el 65% de las amas de casa y el 62.9% de los comerciantes. 

Si bien es cierto que la administración obradorista tiene sus defectos, ¿qué está pasando que, a pesar de los errores del gobierno, los índices de popularidad presidencial continúan por los cielos? Hay algo que la comentocracia no está entendiendo ni tampoco está tratando de entender.

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El amlocentrismo de los opositores y opinócratas

Hernán Gómez Bruera

La semana pasada, el presidente López Obrador causó un gran revuelo al señalar que la UNAM se ha vuelto neoliberal, se ha derechizado y ha dejado de formar cuadros críticos. Días después, sus declaraciones siguen siendo debatidas y ocupan las principales portadas de los diarios.

Debo confesar que las declaraciones me parecieron algo absurdas desde que las escuché por primera vez. La UNAM tiene 360 mil estudiantes, 40 mil profesores, 24 mil sindicalizados. Es un mundo en el que siempre ha habido gente de izquierda, derecha, centro; es un universo diverso, complejo y lleno de matices. Ninguna generalización política o ideológica puede realmente tener cabida.

En lugar de simplemente verlas como algo absurdo, varios opositores, medios y opinócratas han reaccionado como si López Obrador buscara terminar con el pensamiento crítico, someter a la universidad para su proyecto personal y hasta atentar contra la autonomía universitaria, a pesar de que esta ha demostrado ser a prueba de balas.

Al ver que su declaración surtió efecto, López Obrador ha seguido toda la semana hablando sobre el tema. Y cómo no hacerlo, si la oposición y la opinión pública cayeron de lleno en la provocación. Entre las joyas que nos ha dejado la reacción está la propuesta de Gabriel Quadri de hacer una marcha para defender a la UNAM, o Ricardo Anaya diciendo que su abuelita daba clases en la Universidad Nacional y que hay que defender la autonomía.

A estas alturas del partido ya deberíamos conocer mejor al presidente y aprender a no caer en todas sus provocaciones. La opinión pública no puede ir detrás de todas las “pelotitas que avienta el presidente”, parafraseando a Jesús Silva Herzog. Haría falta saber elegir mejor qué declaraciones tomar en serio y cuáles no.

Sin embargo, hoy vivimos un amlocentrismo que nos lleva a pasar discutiendo todo el día ―y a veces durante varios días― sobre lo que dice López Obrador en las mañanas. Se trata de un amlocentrismo reduccionista porque discutimos en general sobre lo que el presidente “dice”, pocas veces sobre lo que hace su gobierno.

De ese amlocentrismo reduccionista es responsable el presidente, su gobierno y sus seguidores, evidentemente. Pero también los medios de comunicación y la comentocracia que no hablan de otra cosa y agrandan cualquier declaración del presidente.

Igualmente es responsable la oposición, que no puede hacer otra cosa que tener una agenda reactiva a las declaraciones presidenciales, como si les diera pereza ponerse a trabajar realmente, a hacer oposición de verdad. Claro, es más fácil levantarse en la mañana, ver qué ha dicho el presidente y cómo lo pueden criticar, que tener una agenda política de verdad.

Ojalá algún día dejemos de pasarnos todo el tiempo discutiendo sobre qué dice o qué no dice López brador y nos enfoquemos más en lo que hace, en las acciones de gobierno; en entender realmente qué está pasando en los territorios o cómo se están implementando las políticas públicas y los programas sociales. Porque eso prácticamente no lo estamos haciendo y no lo está haciendo la oposición, enfrascada como está en discutir hasta la saciedad cualquier cosa que diga el presidente en la mañanera.

Mientras mantengamos la agenda pública centrada en lo que dice el mandatario, este seguirá feliz tirando buscapiés y haciendo provocaciones para mantener la conversación pública donde él quiere, incluso para evitar que hablemos de los temas que realmente pueden incomodarlo.  Pero parece que la oposición no ve eso. El presidente ha sido hasta ahora más hábil e inteligente que ellos.

 

@HernanGomezB